Por Mónica Sosa
Hoy no les traigo una receta, si ya se, también se me habían antojado los roles de canela glaseados con un buen cafecito con este frío, pero se las debo para una próxima columna, lo que me gustaría compartir es mi breve opinión es sobre los roles de género.
No me proclamo feminista, ni apoyo el machismo, tampoco me quedo de brazos cruzados, crecí como la mayoría en una familia tradicional, siguiendo los lineamientos de una religión, bajo 5 generaciones de matriarcado (hasta me pesó cargarlo de nuevo al escribirlo) y si se lo pregunta, sí, ¡soy la orgullosa oveja negra!
Desde que recuerdo, nunca me gustó jugar a las muñecas, si tenía por supuesto, pero estaban muy padres ahí adornando el estante. Tampoco quise ser princesa, me encantan las películas de cuentos de hadas, crecí con Disney, pero siempre quise ser el Power Ranger, el Amarillo o el negro por que el color rosa no me gusta. Y la vida me dijo: ¿Con que no te gustan esas cosas? Pues aquí te va tu torbellino romántico, lleno de unicornios y brillos de colores que ama jugar con muñecas y trastecitos, ¡mi hija! (Buena esa Don Karma).
Y no me mal entiendan, no estoy en contra de que juegue a las muñecas o a la cocinita, estoy en contra de que sea lo único a lo que su entorno quiera que juegue. ¡Por piedad estamos estamos en el 2021!
Tenemos la gran encomienda en este mundo de hacer a nuestros hijos más humanos y empáticos, no más mujercitas o más varoncitos; no más azul y o más rosa, no dividir entre muñecas y carritos.
Tenemos toda la responsabilidad de entregar herramientas para que nuestros pequeños sean lo que quieran ser y sobre todo que sean felices, que coleccionen recuerdos y no cosas.
¡Fortalezcamos generaciones donde haya menos roles de género y más roles de canela!