Por Clara F. Zapata Tarrés
Hablemos de lo que aprendemos amamantando. ¿Qué te conecta con tu bebé? Su olor, su piel, el escuchar sus diferentes estados de ánimo a través de sus ruiditos, a través del gusto, aprendiendo quizás a probar a qué saben. ¿Has en algún momento lamido a tu bebé, como una tigresa lo hace con su cachorro?…
¿A qué podrías decir que huele? ¿Qué sientes en ese contacto tan cercano? ¿Qué siente tu piel, tu corazón? Después de este detonador de grandes emociones, que parten del viaje a lo más íntimo, del instinto diría yo, de conectar con nuestra parte más animal y mamífera, ¿Qué piensas?
Profundicemos. Aprendemos de ella/él pero también de nosotras mismas. Aprendemos de nuestros propios cuerpos y nuestras evocaciones. Aprendemos de nuestra historia y nos situamos incluso en las preguntas acerca de cuando fuimos recién nacidas y cómo habrá sido esa relación con nuestra propia madre.
Aprendemos también, de las personas que están a nuestro alrededor porque cuando somos madres tenemos esa parte muy despierta: cualquier gesto, mueca, sonrisa de lado, la percibimos y nos hace sentir. Aprendemos mirando a otras amamantar, por supuesto. Y nuestras hijas e hijos aprenden también de esta manera.
Así, la confianza en nosotras se va construyendo, aprendiendo, des-aprendiendo, re-construyendo. El comienzo de la maternidad, pero también los meses o años después del nacimiento, se vuelven un periodo de constante conocimiento. Es una etapa muy vulnerable, un parteaguas.
¿Qué nos ayuda a confiar entonces?
Es muy bueno preguntarse cosas, cambiar el rumbo a través de la autoreflexión y sin duda de la revolución interna. Es muy bueno saber que estás entrenando, que no eres perfecta. Al comienzo de la maternidad, confiar en una misma puede ser retador y laborioso pero lo vamos haciendo paso a paso. La intensa conexión a través del cuerpo, nos obliga. No hay de otra. Entregarnos, acogernos.
Bajar el ritmo en todo lo que hacemos. Pausar sin necesidad de escuchar las voces interiores o exteriores que interrupen e irrumpen. Leer, preguntar, y finalmente descubrir que eres diferente a todas las demás madres, que eres tú, tan única y especial. Esto no significa que será fácil. Es difícil en realidad. Es difícil dejar de escuchar las voces de alrededor, es difícil sentirse sola en esa circunstancia.
Pero, si miramos a nuestro bebé y observamos de verdad cómo es, cómo ha crecido a lo largo de los días, las emociones de su cara cuando está mamando o cuando nos regala la primera sonrisa llena de leche o simplemente cuando nos mira con cara de pregunta, con un giño, con la ceja fruncida… Ahí comienza el conocimiento, el re-conocimiento.
Entonces, justo ahí, nos preguntamos ¿Cómo es ese maravilloso bebé? ¿Cómo es esa persona que tenemos a nuestro lado?
Aunque sean bebés de días, semanas o meses podemos ya vislumbrar algunas características y tratar de escarbar, describiéndolos. Inténtalo. A veces son tan distintos a nosotras o a nuestra familia. Son tan únicos. Por ejemplo, si somos más bien, poco emocionales, de pronto nos sorprenden con un cariño exagerado (para nosotras); o al contrario, son más fríos y nosotros los besamos a cada oportunidad encontrando algún gesto de desagrado! Eramos uno mismo, un mismo cuerpo, y nos intercepta la sorpresa. Poco a poco vamos siendo dos. Dos. O tres. A veces 3.
Poco a poco, ese ser que estuvo dentro de nosotros, va adquiriendo su propia personalidad, se va volviendo otra persona, se separa de nuestro cuerpo para labrar el suyo propio. Y esto lo vamos descubriendo y percibiendo a detalle porque estamos muy cerca, cuerpo a cuerpo. Con los años, se cimenta una especie de telepatía que nos acoge y nuestra historia se vuelve fascinante, con varios recovecos por explorar. Nos conectamos con todos nuestros sentidos y necesitamos abrirlos para saber qué son y qué nos hacen sentir. Nos conmueve.
Por eso, bajar el ritmo, es perfecto para ello. En ocasiones nos sentimos obligadas por nuestros bebés a parar. ¿Lo has sentido? Ellos nos recuerdan que no es necesario estarse moviendo todo el tiempo (trabajando, saliendo, leyendo, mirando el celular, lavando, cocinando, trabajando…). ¿Ir al ritmo de mi bebé? ¿Será posible? Puede ser a veces frustrante porque la vida es demasiado rápida. Pero puede ser también placentero y muy satisfactorio porque estás en el momento exacto, viviendo. Parar entonces. Dejar esa parte tan racional que tenemos, descansar un poco y dejarse llevar por ese otro tiempo. Fluir, como vulgarmente se ha recitado.
Todos los sentidos, los intervalos quizás a destiempo, las sonrisas y el reconocimiento de las emociones nos harán enamorarnos y re-enamorarnos constantemente de nuestro bebé, de la vida y de nosotras mismas. Confiemos en todo ello, confiemos desde dentro, intentando dejar que el corazón sea el guía, con todo lo que ello implica.
El camino es complejo, no hay duda. Es necesario trasladarse y percatarse de cada momento para poder aflorar la confianza. Escuchando, escuchándonos, haciendo las preguntas en el momento preciso, lograr que realmente sí creamos este bello sendero. Para que el rito de paso sea suave, seamos cómplices, desafiemos al tiempo, tendámonos la mano para aprender, aprender amamantando.