Por Cynthia Salas
Es casi final del año 2020 (¡no lo puedo creer!). En la calle comienzan a verse las lucecitas navideñas, adornos colgantes, la venta de pinos y el frío nos comienza a antojar la comida de la temporada. No sé si solo soy yo, pero me siento un poco fuera de tiempo; años anteriores también ha llegado la navidad antes de lo que yo esperaba, siempre me pasa, pero este año es diferente.
Sé que este año nos pasó a todos entre lento y muy frenético, entre ya quiero que termine y no sé si realmente estoy lista. Se siente como cuando despiertas de un profundo sueño en el que el mundo onírico te atrapó tanto que aún te cuesta distinguir la realidad, –“No sé si pasó o lo soñé”. O como cuando ves una película que te resulta realmente buena y todavía al salir de la sala de cine, te quedas pensando en ella, discutiendo varios finales y teorías en tu cabeza por varios minutos más. Este diciembre tiene para mi un after-taste un poco extraño, una reminiscencia, un recuerdo vago que no logro aterrizar.
Todavía me acuerdo estar a principios de marzo escuchando las noticias, preparando mi despensa con lo necesario: comida para congelar, suficiente fruta y verdura, antibacteriales, desinfectantes, cubrebocas. Tratando de no entrar en pánico, pensando que todo iba a pasar prontísimo. Sí, parecía el fin del mundo pero una parte de mí no se lo creía y aún así me encerré en mi casa pues la sola idea de contraer un virus que nadie conocía y de quién sabe dónde venía, me daba ansiedad.
De ahí hasta ahora no recuerdo mucho, todos los meses pasaron entre adaptándonos, aceptando las consecuencias, extrañando a los amigos y familia, incorporando la tecnología más que nunca a nuestra rutina y negocios, incertidumbre, dar un 200% en todo y a la vez, unas ganas de no pensar tanto para no volvernos más locos. “Esto va a pasar, tiene que pasar” repitiéndonos a cada rato.
Para algunos parece que una gran ola les hubiera revolcado con fuerza, dejándoles un poco desgastados a la orilla, cambiando su vida y su rumbo para siempre. A otros les impulsó a sobrevolar un tema desconocido y pilotear como si supieran, para sacar a flote a la familia, a los hijos, con nuevos negocios, nuevas rutinas, nuevo todo. A algunos otros les dejó con ganas de haberse despedido, abrazado y hasta con un sentimiento de abandono involuntario. Y a otros más, expectantes, demasiado agradecidos por las pocas secuelas, pero definitivamente más humanos y empáticos que antes.
Hoy no he podido escribir de estilo, tampoco tengo una reflexión que cierre perfectamente este escrito, hoy sigo un poco tratando de encontrar el ritmo y de estar agradecida. Sigo poniendo toda mi capacidad de adaptación al máximo nivel y trato de hacer todo más consciente, con más cuidado, trato de ver el lado bueno en todo lo que sucede y de al final entender que vida es así y aquí andamos, formando parte.