EL ESPACIO

Por Argelia Dávila

“La materia es el nexo. Su propósito es provocar unión. Todas las formas de arte tienen una base material y deben ser consecuentes con ella […]. La palabra, hablada o escrita, es lo que mayor efecto inmediato produce en el hombre; la materia, en cambio, ‘habla’ más lentamente”

-Alvar Aalto

Seguido me pregunto por qué estudié arquitectura. No porque dude de mi oficio o mi profesión -que son dos cosas distintas- sino porque me gusta cuestionarme. Sobre todo en momentos en que resulta difícil lidiar con todos los aspectos que hay que ordenar en un proyecto arquitectónico.

Desde su nacimiento en la mente de quien lo quiere ver realizado, hasta lo menos poético y filosófico como son los trámites y permisos para llevarla acabo -y a lo que también me he dedicado los últimos 3 años- la arquitectura me ha llevado a tener una relación íntima con el espacio, o por lo menos, aspirar a ello. El espacio entendido como ese hueco lleno de aire y de objetos, que nos relacionan con el mundo y a la vez con nuestro interior.

Tratar de entender el espacio arquitectónico como una fórmula para resolver necesidades humanas que van más allá de números, líneas y letras, imaginadas y visualizadas en tres dimensiones. Cada elemento de la ecuación en el espacio arquitectónico, tiene referencia a algo más, simboliza, significa y representa algo que se encuentra en nuestro corazón o  en nuestra mente y en la mente de quien quiere materializar ese sueño como resultado de dicha ecuación.

Pero no solo eso, el espacio arquitectónico desde su origen -como refugio- incluye en si mismo otros elementos que llevamos como parte de una comunidad que tiene cultura, historia y tradiciones, tanto en lo colectivo como en lo individual, y además, en nuestra memoria.

La arquitectura y los espacios construidos -los privados y los públicos- son memoria viva, que late y que comunica sentimientos, emociones, hechos o ideas que quieren ser expresadas y a la vez leídas o percibidas por alguien más, por medio de elementos que nos ubican en un lugar y en un tiempo determinados, nos relacionan con los otros y con otros espacios que son nuestros, pero también, de todos, es un ir y venir.

¿Qué pasa con la memoria que se construyó hace siglos y que representa una parte de una época determinada? ¿Qué pasará con la memoria que se construye hoy en el futuro? ¿Serán espacios que nos recuerden como seres preocupados por conservar nuestra memoria? O serán simplemente objetos tridimensionales sujetos a lo efímero de nuestra existencia, o del material con el que se encuentran construidos y que además no contienen en sí mismos profundidad ni necesidad de comunicar, así como capacidad de evocar a la memoria.

Un autor a quien admiro mucho afirma que, un edificio significativo, es aquel que nos permite establecer un diálogo con nuestro cuerpo, así como con nuestra memoria y nuestra mente: “Un edificio no es tan solo una estructura física, sino también es un espacio mental que estructura y articula nuestras experiencias”. (Pallasmah, 2014).

El espacio en la arquitectura es para mí, el elemento unificador entre lo material y lo etéreo, veo la arquitectura como puente entre lo que pensamos, sentimos y la realidad en la que nos encontramos inmersos. Testigo vivo de nuestra historia, representación de quienes fuimos y quienes somos. El espacio arquitectónico como refugio en el sentido literal y también el lugar donde vivimos, pensamos, hacemos, con toda libertad y que además comunica nuestra forma de ser y de pensar en el mundo.

Cada elemento que conforma un espacio arquitectónico es como las letras en una oración, como la sintaxis en un enunciado. Sin embargo, en el espacio arquitectónico, además de conjuntar todos estos símbolos y entenderlos como una idea o como un todo, también podemos usar nuestros sentidos, podemos olerlo, tocarlo, incluso, escucharlo.

Encontrarnos en un espacio nos permite convertirlo en algo personal, no solamente la materialidad y la firmeza o tectonicidad de un edificio lo hacen arquitectura, cuando entramos en un edificio significativo -como lo llama Pallasmah- lo vivimos y lo convertimos, por medio de nuestros sentidos, en nuestra imagen del mundo, la sustancia se vuelve materia, las imágenes en objetos reales o bien, la casa en el hogar.

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Referencias:
Aalto, A. (2010).“Materiaalisidonnasisten taiteiden ymteydestä”, en Synopsis: Painting, Architecture, Sculpture, Birkhäuser Verlag, Basilea, 1970 (versión castellana: “Sobre la relación de las artes ligadas a la materia. Conversación con Karl Fleig”, en Pallasmaa, Juhani [ed.], Conversaciones con Alvar Aalto, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España, pág. 38).

Pallasmaah, J. (2014). La imagen corpórea. Imaginación e imaginario en la arquitectura. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, España.

Argelia Dávila

Soy arquitecta, mamá, maestra y siempre alumna, me encanta la fotografía, me maravillan los espacios, la luz y el lenguaje, lo que hay en ellos, lo tangible pero sobre todo lo intangible. Tejedora de ideas.

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