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Feminismo, maternidad y lactancia. ¿Compatibles?

Por Clara F. Zapata Tarrés

El feminismo fue una manera de igualar las condiciones de vida de las mujeres a hacia las del hombre. Luchábamos y luchamos por tener las mismas oportunidades de trabajo, por adquirir el derecho al voto, por tener los mismos sueldos, etc. Pareciera que nuestra meta, al salir del hogar, de la casa, de lo privado era y es conquistar ese terreno patriarcal dónde las reglas eran y son masculinas. Nuestras abuelas y nuestras madres abrieron el sendero con mucha fuerza.

En este contexto, la maternidad se quedaba en el ámbito privado y permanecía en la sombra. Las que decidíamos y decidimos quedarnos en la casa, con nuestros hijos y nuestras hijas, estábamos relegadas a este espacio cuadrado y la soledad realmente nos cubría para inmovilizarnos. No había cabida, las madres no eran ni son importantes, estábamos recluidas en ese hogar. Marginadas y vulnerables.

De un tiempo para acá, se han formado muchos colectivos feministas de madres jóvenes y no tan jóvenes que deciden sacar de las entrañas de la casa, su historia de maternidad, su proceso de lactancia para mostrar que también se puede ser feminista desde esta trinchera.

Así maternar desde el placer, desde la libertad va sonando extraño pero cada vez más mujeres entramos en este nuevo mundo revolucionario, liberador, de toma de decisiones y del poder que puede dar algo que era visto como negativo. Poco a poco, las madres dejan la soledad para formar una comunidad de apoyo.

Se necesita reinvindicar la experiencia de la maternidad, no sólo la adquisición de derechos visto desde la mirada masculina. Ser madre te cambia la vida, revoluciona todo lo que habías pensado y por ello, no cabe en este cajón. El universo de ser mujer y madre es una ruptura. Todo lo que imaginabas se transforma y si habías luchado por ciertos derechos ahora la perspectiva es otra.

Feminismo también es decidir cómo quiero parir, cómo quiero criar a mis hijas e hijos, cómo amamantar, si hacerlo o no y existe una parteaguas porque nunca las feministas se habían permitido aceptar que se puede gozar la maternidad. La maternidad se veía como la esclavitud y no como algo también revolucionario y sobre todo, satisfactorio. La libertad de elegir también es la maternidad. Se puede decidir ser madre o no serlo.

Así, creo que se renunciaba a muchas cosas privilegiando a las ideas del colectivo y de la ideología que al final de cuentas, clausuraba la posibilidad de disfrutar ser madre y amamantar. El estereotipo de la madre va cayendo y nuestro enorme deseo de abrazar, cargar, tener pegado a nuestros cachorros poco a poco abre la cerradura y se ve un rayo de sol que puede incluir otras miradas.

Muchos grupos de apoyo, redes de mujeres son ejemplo de que existe otro camino y que es posible concordar y tener encuentros o tender puentes. Son espacios de transformación social, espacios de ayuda mutua. Por ejemplo, la instrumentalización en los partos, las intervenciones y la mirada violenta en los espacios de salud han cambiado gracias al trabajo que han hecho estos colectivos.

Decidir cómo criar también ha sido un cambio que se tendría que valorar porque rompe con esa idea de que las hijas y los hijos podrían ser un estorbo. En esta nueva visión, cabemos todas y todos, cargamos con los cachorros en las marchas, manifestaciones y movimientos. Hacemos carteles, folletos y los hacemos partícipes para que su futuro sea diferente, igualitario y equitativo. Nos convertimos en líderes y podemos juntos y juntas, tomar decisiones desde el maternaje.

Los estereotipos cambian, los imaginarios también. Nos aceptamos imperfectas y sabemos que cada maternidad es única. Podemos poco a poco dejar de cargar la piedra de la culpa y construir mapas corporales, emocionales y aventureros. Libres. Podemos decidir y elegir permanecer unidas por ese cordón umbilical que no se corta en el nacimiento. Poder llevar mucho más allá el vínculo y comprometernos, con todo lo que implica. Decidir.

Tenemos muchísimo camino por recorrer.

Hoy agradezco tener una comunidad de mujeres que siempre dan la mano y que a pesar de las diversas miradas, sabemos que estamos juntas, unidas y libres. Puedo asegurar que este camino se puede recorrer con seguridad porque las tengo a ellas, dispuestas a todo por mi, y dispuesta yo a todo por ellas.

Por mi, por mis hijas, por mis compañeras. Por el futuro.  Juntas, libres, no valientes, fuertes. Porque somos el grito de las que ya no están. Nunca estemos solas. ¡No somos princesas, somos guerreras!

*”Las opiniones expresadas en este texto son solo mías y no necesariamente reflejan las opiniones de la Liga de La Leche.

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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