Por Miriam Valdez
Soneto
Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.–Francisco Luis Bernárdez
Yo guardaba todo. En sentido literal y en sentido figurado. Ahí estaba una vida, mi vida: cuadernillos, boletos de cine, envolturas de chocolates, cartas, pensamientos, poemas, colecciones, fotos…todo lo que era importante para mí: amigos, amores imposibles, amores reales, ilusiones, metas, sueños, instantes, momentos; una vida entera.
Algunos evocaban recuerdos claros y nítidos, solamente faltaba el olor imposible de capturar…otros no tenía idea del origen o de la razón de pertenecer a tan sagrado recinto. Guardaba no sólo objetos materiales, guardaba toda una colección de sentimientos. Guardaba escenas, momentos que erizaban la piel, desaliento, asombro, tantos y tantos recuerdos, así, desbordados.
Abrir ese baúl en esta pandemia, fue como abrir la caja de pandora: todos mis sufrimientos y sentimientos de juventud, salieron volando, se evaporaron. Porque ya no los necesitaba más, porque forjaron lo que soy, porque aferrarme a ellos en aquellos años hicieron saberme precisamente una persona sin ataduras.
No sé en qué momento dejé de ser una “keeper”, no sé en qué momento tanto romanticismo lo hice a un lado y me volví práctica, ligera de equipaje. No guardo rencores, ni amores imposibles, ni círculos por cerrar, ni amistades por la mitad. Todo ha tenido un principio y un fin en mi vida. Todo ha mutado hasta el grado de sentirme satisfecha. No guardo una sola cuenta por saldar, ni un momento por vivir o recrear.
Aún quedaba algo en aquél baúl y así como lo encontré, lo dejé ir. Como poda en invierno corté aquellos brotes y les prendí fuego. No los necesitaba más, cumplieron su cometido algunos años atrás. Aquellas palabras se fueron con el viento de primavera, aquellos recuerdos se evaporaron hasta volverse finitos.
Yo guardaba todo y lo dejé ir… dejé ir todos los sentimientos y las evidencias tangibles, todo menos la esperanza de que cada recuerdo permanecerá intacto en mi memoria. Gran tarea para mi mente y mi corazón.