Por Clara F. Zapata Tarrés
Es muy interesante cómo se crea la cosmovisión de la lactancia en una comunidad.
El otro día fui a visitar a una mamá que tiene algunas dificultades en su lactancia. Llegué a su casa. Tiene un puerquito de mascota: muy amoroso, rosa y con su colita en espiral. Sólo he conocido a una persona que tiene un puerco de mascota: mi amiga Cassandra.
Entré y la pareja de esta mamá estaba trabajando en la computadora. Me lavé las manos y acomodé la doble mascarilla (¡Cómo es desesperante tratar de descifrar las caras y por lo tanto las emociones sobre todo en estos casos dónde definitivamente es esencial!). Nos encerramos en un cuarto. Sentí el espacio femenino: la costumbre de que los varones no se meten en esos asuntos.
Intentamos despertar suavemente a este bebé que soñaba plácidamente hecho bolita dentro de su mameluco en una cuna. Se estiraba, volvía a su espacio imaginario del vientre de su madre. Se resistía pero poco a poco fue abriendo sus ojos negros hermosos. Lo acostamos en la cama familiar. Bostezaba enamorado de la música que le regalaba la voz de su mamá y la poción de amor en cada aroma de su espacio.
De pronto llegaron 2 mujeres, entrando con gran confianza a la habitación, cerrando al pasar. Parecía que alguien les había avisado que yo vendría o como en los ranchos, parecía que a pesar del silencio y soledad de la calle, todos los ojos están puestos en el visitante fuereño. Después llegó una tercera. Eramos 5 mujeres, todas madres, de diferentes generaciones, en un cuarto de cuatro por cuatro y un bebé observado.
Posturas, posiciones, observación de la boca, pechos con bastante leche goteando, compresiones, extracción… Y como en una película todas las miradas enfocadas hacia estos dos seres que aprenden a amamantar juntos, despacito.
De pronto una comienza a hacer preguntas. Parecía de pronto estar en un grupo de apoyo presencial donde todas compartimos experiencias, cuestionamos, discutimos y sacamos conclusiones a partir de nuestras visiones muy específicas de la realidad: nuestra cosmovisión, nuestros usos y costumbres, nuestras prácticas de crianza. En ese momento sentí una alegría infinita porque sin querer, viajaba a un pasado cercano (hace un poco más de un año), dónde podíamos todavía tocar, abrazar, dar una palmada de aliento y confiar en el maravilloso sentido del tacto.
Hablamos largo rato. Una compartía su propia experiencia de lactancia, otra más preguntaba sobre el tamaño y forma de los pezones, otra más sobre los problemas de lenguaje que pudiera acarrear un frenillo corto, ya en la niñez. Todas comenzamos a recordar. Dos ya tenían hijas e hijos adultos o adolescentes y mucha experiencia. ¡Todas habían amamantado! Con subidas y bajadas pero lo habían logrado. Ahí adentro, ¡superábamos cualquier estadística de lactancia mexicana! Hablaban también de sus nueras y de alguna vecina o amiga.
Y ahí estaba la mamá con mucha comodidad. No le molestaba que hubiera este espacio psicomágico, abierto al diálogo, femenino, hasta de ritual. Tan importante que son estos momentos en cada familia y en cada comunidad. Fue un momento efímero completo de respeto y de compartir.
Y en mi faceta egoísta, fue un espacio muy necesitado por mí. He salido muy poco en este año. Cada contacto, cada madre que he podido apoyar en su lactancia ha sido un respiro para mi propia salud mental. No quería que terminara, sólo quería seguir con un té o un café disfrutando de tantas historias llenas de vida, de cariño y de sabiduría.
Agradezco cada mirada que logra despertarme, sacarme una sonrisa, sabiendo que todavía puedo pensar que somos una comunidad a pesar de las terribles circunstancias emocionales que esta experiencia en pandemia nos ha traído a todas- sobre todo a las que somos madres y necesitamos comunidad para vivir y sobrevivir-. Gracias a estas 4 mujeres y este bebé que lo hicieron posible.
En estas semanas que siguen, continuamos dando pasos para mejorar poco a poco un deseo muy grande de amamantar. Una mujer perseverante, que sé que hará todo para lograr ser una misma con su hijo. Salí de la casa despidiéndome de su esposo que estaba atento y tenía toda la intensión de acompañar a esta nueva madre. Gracias a la vida. No estamos solas.
CUENTOS CORTOS
Que bonito es leer experiencias como esta, aunque todavía no he sido madre, siempre me sorprende ver la familiaridad que existe entre las madres que están lactando y criando a sus bebés. Mi amiga tuvo a su primer hijo hace un año y me ha platicado sobre su día a día, como se ha identificado con otras mujeres a las que ha conocido online y demás. Ojalá que cuando me embarace y tenga a mi bebé, encuentre a personas que me brinden el mismo apoyo.