Por María Hernández
Hace tres meses decidí contratar una agencia de Relaciones Públicas en CDMX para que me ayudara con el tema de medios y entrevistas.
Desde el principio dudé de mi elección porque la dueña era muy burda al hablar, pero sobre todo se notaba que no entendía mis tiempos como mamá ni mis prioridades. Además, se trataba de una agencia sin clientes.
“Todos empezamos de 0 alguna vez, todos necesitamos una oportunidad para arrancar” pensé mientras accedí a hacer una prueba de tres meses con la agencia.
Conforme fuimos avanzando noté algunas cosas sobre la agencia:
- Aventaban tiros al aire sin estrategia alguna.
- No aceptaban criticas ni retroalimentación, siempre estaban a la defensiva.
- Tenían una visión muy corta y una mentalidad muy pobre.
- No escuchaban mis necesidades.
Al llegar la tercera factura, les pedí que no enviaran más cobros, necesitaba evaluar si íbamos a continuar trabajando juntas. De inmediato la dueña comenzó a llamarme arbitrariamente e incluso me reclamó que no tomaba sus llamadas, me expuso sus puntos y defendió su trabajo. Dudosa, le dije que podíamos continuar siempre y cuando hicieran algunos cambios.
Durante el mes no hubo cambios, en alguna ocasión les comenté que me estaban agendando cosas con muy poco alcance, puse de ejemplo un live con 14 personas. La dueña se defendió diciendo: “No fueron 14 personas, fueron muchas más… fueron 23” Quedé decepcionada totalmente de su respuesta.
En otra llamada me comentaron que tenía que viajar a CDMX para participar en un par de entrevistas de televisoras de las que nunca había escuchado. Le comenté que, si se iba a invertir en un viaje, las entrevistas debían valer la pena. Entonces sugirió agendarme entrevistas en las televisoras locales de mi ciudad, lo que de nuevo me dejó ver su falta de visión.
Para colmo me di cuenta que tantas entrevistas, juntas y llamadas me estaban desenfocando totalmente. En los últimos dos meses, me quedé lejos de mis metas de venta, nunca habíamos tenido ventas tan bajas.
Llegó un punto en el que parecía que yo era empleada de la agencia, tenía que redactar artículos y en alguna ocasión hasta regañada salí por no saber redactar un caso de éxito. Entonces pensé: ¿de verdad estoy pagando por eso?
Sentí que estaba justo donde una mamá emprendedora no quiere estar: descuidando a mis hijos, presionada y con horarios, pero sobre todo este sacrificio no me estaba acercando a mis metas.
Me di cuenta que tenía que actuar y que tenía que actuar rápido, la energía de la dueña no me gustaba y necesitaba poner fin a la relación. Le mandé un mensaje amable dando por terminada la relación y esperando quedar en los mejores términos.
Sin embargo, la dueña no lo tomó nada bien. Intentó forzarme a seguir trabajando con ella y al no conseguirlo, me mandó una amenaza en la que iba a enviar un comunicado de prensa diciendo que yo no tenía tiempo ni estaba preparada para dar a conocer mi proyecto.
Al principio me alteré y pensé en meter a mis abogados, después pensé: “que mande lo que quiera, si sus comunicados tuvieran algún tipo de impacto, no la estaría despidiendo en primer lugar”.
Si algo tengo claro en esta vida es que mis proyectos giran en torno a mi prioridad más grande: generar ingresos desde mi casa SIN descuidar a mis hijos. Cualquier actividad o decisión que interfiera con esto, no encaja en mi vida.
Durante tres meses fallé en 3 cosas:
- Me uní a una persona mediocre y sin visión.
- Perdí de vista mis prioridades y objetivos.
- No confié en mi instinto.
Como mamá emprendedora a veces toca tomar decisiones duras, también toca ser juzgada por esas decisiones.
Escribo esto sentada en la orilla de la alberca, viendo a mis hijos reír. Con la certeza y la tranquilidad de saber que estoy cerca de llegar a donde quiero estar, pero sobre todo con la paz de saber que las decisiones que tomo son pensando en el bienestar de mi familia.
Las mamás emprendedoras hacemos malabares, buscamos ser reconocidas en el ámbito profesional, pero lo que más queremos en esta vida es escuchar esas vocecitas diciendo: “eres la mejor mamá del mundo”
Si eres mamá emprendedora, siéntete orgullosa. Nuestro camino es difícil, estamos rompiendo esquemas, estamos rompiendo tradiciones, estamos creando una nueva forma de vida. Futuras generaciones tendrán una mejor calidad de vida gracias a nuestro ejemplo, pero sobre todo gracias a nuestras ganas de seguir a delante, a pesar de que en el camino haya gente tratando de derribarnos.
Si te cansas o te sientes agobiada, regálate una pausa. Pero por favor nunca te rindas, recuerda que la calidad de vida de tus hijos depende del futuro que tú estás construyendo hoy.
Sabes que estoy contigo, te deseo un gran día de las madres y te mando un abrazo con mucho cariño.