Por Daniella Monarez
Son las 7 pm y voy llegando a casa después de haber pisado 4 hospitales o 5, en realidad perdí el cálculo.
Me doy cuenta que es un exceso de trabajo físico y desgaste mental el andar lleno y viniendo de prácticamente cada clínica de Saltillo. Tráfico, sol, ayuno, impuntualidad. Sé que nadie me obliga y de cierto modo es una decisión consciente, sin embargo y no a modo de justificación me siento con cierta presión personal de aportar a casa yo sola lo de dos padres.
Este año ha sido una locura, refiriéndome a que fue mi primero como egresada formal, y dentro de toda la preparación que tuve no hubo nadie que me dijera que entregado el título tendría que correr por toda la ciudad, además claro de resolver lo que se vaya presentando en el ámbito profesional y personal.
Ciertamente no he logrado encontrar un equilibrio entre todas las actividades que realizo, además de ir a quirófano, estoy al pendiente de los que pagan, los que no, los que tardan, el que cobra, facturar, organizar y a fin de mes cuadrar todo, además de actividades con mi hija, homeschool, gimnasia, Kumon, etc. Al finalizar el día me encuentro totalmente exhausta y con un montón de hambre.
He intentado regresar al yoga, meditación, gimnasio, el estilista, dentista y demás visitas que tengo pendientes, sin embargo en cada ocasión que hago un espacio para realizarlo, aparece alguna situación y termino por llegar a destiempo o de plano, cancelar. El único escape emocional que tengo es mi grupo de mindfullnes y los webinar de cardio.
No logro superar la culpa que vivo constantemente, por un lado ser una madre regularmente ausente, y por el otro una mujer trabajadora que no “da su extra”, porque a pesar de el ritmo que llevo, no soy de las que tiene el horario más castrante a decir verdad.
Ser mujer en la medicina es algo maravilloso y al mismo tiempo muy complejo. A mi en lo personal me abruma no poder abarcar todo lo que quisiera, profesionalmente no avanzo tan rápido como muchos de mis compañeros hombres que están disponibles 24/7, y me sosiego porque decido compartir el tiempo con mi hija, aunque en ocasiones no tanto. ¿Acaso seré la única mujer en el mundo que se agobia por éste dilema? Espero que no, y no porque desee que alguien sienta lo mismo que yo, si no en el afán de sentirme acompañada. En ocasiones me dan ganas de encabezar un grupo de ayuda mutua de mamás-solteras-doctoras-trabajadoras, pero recuerdo que ya no puedo con mas grupos de WhatsApp y se me pasa. Pero acá entre nos, tengo esas pocas ocasiones cuando llega la noche, y mi computadora ya no está secuestrada por las clases en línea, puedo sentarme en mi cama a escribir tranquilamente, recuerdo que todo está y saldrá bien, y sobre todo que no estoy sola. NES