Por Dennis Charles
La manera en como nos comunicamos con nuestros hijos va a percutir directamente en el funcionamiento de su cerebro, y para lograr una comunicación efectiva, necesitamos primero que el cerebro de nuestros hijos se encuentre integrado y funcionando en armonía.
Tres cerebros en uno
En la década de los 60, Paul McLean utilizó la clasificación del cerebro triuno o trino basándose en la evolución del ser humano, para poder explicar las diversas funcionalidades del cerebro. El primer cerebro en desarrollarse es el cerebro primitivo o reptiliano, el cuál es el encargado de las funciones básicas y de supervivencia, es el cerebro de los instintos que vive en el aquí y ahora, es el cerebro que nos permite defendernos y evitar riesgos. El segundo cerebro que se desarrolla a la par del primitivo es el límbico o emocional, es en donde la memoria se ve implicada y es el cerebro encargado de la actuación, es el cerebro “que vive en el pasado” y nuestros miedos se albergan en él. El último cerebro que se termina de desarrollar hasta la etapa adulta es el neocórtex, el cerebro “pensante y analítico”, aquel que nos diferencia del resto de los animales y en dónde tienen lugar las funciones como el razonamiento, lenguaje, solución de problemas, planificación, entre otras.
El aprendizaje y la comunicación efectiva se logra cuando nuestros “tres cerebros” se encuentran conectados y trabajando de una manera integrada, es decir, en armonía.
Conectando con el cerebro primitivo de nuestros hijos
Todas nuestras decisiones, en su gran mayoría, son tomadas desde nuestro cerebro primitivo, el cuál es el encargado de las funciones básicas las cuáles nos permiten sobrevivir dentro de nuestro contexto. Si queremos influir de una manera positiva con nuestros hijos, tenemos que conectar, primeramente, con su cerebro primitivo.
Para lograr comunicarnos de una manera exitosa con nuestros hijos, necesitamos primero, captar su atención porque la parte de su cerebro primitivo siempre está ocupada. El contacto visual nos ayudará a enfocar la atención de los niños hacia nosotros.
Cuando nosotros ordenamos y les gritamos a los niños, su cerebro primitivo se pone en alerta, en “modo de escape o de huida” ante una situación que, para los niños, es amenazante. Sin embargo, al acercarnos a ellos de manera tranquila, haciendo contacto visual, su cerebro pensante se activa en el “modo de escucha y analiza” y los niños podrán darnos una respuesta a lo que les pedimos.
Cambiando el “no” por el “si”
Los niños difícilmente cooperan cuando escuchan órdenes que empiezan con “NO”, esto es porque ponemos en alerta su cerebro primitivo, el “NO” es amenazante, por lo que hay que evitarlo. Al utilizar frases positivas, activamos su cerebro pensante y los invitamos a la cooperación. En lugar de decir “No corras” podemos decir “Camina despacio como una tortuga”.
Incluso a los adultos nos sucede lo mismo, si yo te digo “No pienses en elefantes rosas” te aseguro que a tu mente se te vino un elefante rosa, para evitar que pienses en un elefante rosa, te pediría mejor que pienses en un elefante morado o naranja.
Los castigos y los premios alimentan al cerebro primitivo
Cuando nosotros nos enfocamos a castigar o a premiar para generar ciertas conductas en nuestros hijos, lo único que hacemos es activar su cerebro primitivo; al castigar, el cerebro de los niños se pone en modo de “escape” y de evitar riesgos, en este caso, evitar lo desagradable del castigo y, cuando premiamos, el cerebro de los niños vive sólo para conseguir algo placentero.
Si queremos acceder a su cerebro pensante y analítico, debemos enseñar a los niños a enfocarse en la solución de problemas. ¿Nuestro hijo no quiere recoger su cuarto? Establezcamos con él acuerdos, permitámosle decidir dándole poder y dejarlo aprender de sus errores, seamos su guía y apoyo, de esta manera, se sentirá capaz, se sentirá útil y motivado a cooperar.
Entender el desarrollo y funcionamiento del cerebro de nuestros hijos, nos permitirá tener un mejor conocimiento de cómo poder comunicarnos con ellos de una manera efectiva que nos lleve a producir cambios positivos en ellos. Debemos estar conscientes de que nuestras palabras y acciones las podemos dirigir hacia el cerebro primito de nuestros hijos o bien, nos permitirá integrar su cerebro de tal manera que los lleve funcionar con armonía y motivación y así, cooperar con nosotros.