Por Dona Wiseman
A ver si puedo reproducir lo que escuché esta mañana (aviso que no sé si es cierto): “Como se ha declarado la adecuada alimentación como un derecho, una persona con obesidad, y que su condición tenga que ver con no haber sido atendido adecuadamente por sus padres en el tema de alimentación, puede reclamar el abuso al no haber sido garantizado su derecho.”
¡O sea! Bromeando un poco, pero no tanto como pensaríamos: Si mi madre me alimentó mal, por su propia situación económica o su ignorancia, y tengo 40 años y no puedo salir de mi obesidad, o diabetes tal vez, podría pensar en demandar a mi madre. En primera instancia, no logro entender qué ganaría, porque el ejercicio de hacer una demanda de ese tipo sobre algo que ha quedado en el pasado no cambiará mi presente. No podré superar mi problema de peso con hacer un proceso legal, que quiero creer como un invento de mi imaginación que entiende lo que le da la gana e inventa escenarios que superan la realidad. Cuando menos en este caso, deseo fervientemente que así sea.
Este planteamiento de resolver el presente trayendo el pasado a relucir no siempre es algo que funciona. La verdad siempre tendrá que ser enfrentada. Y mis hijos seguramente tendrán varios temas que están en su derecho de abrir conmigo. Pero decirme lo que yo hice equivocadamente no resolverá su vida de hoy. Lo siento mucho, quisiera que pudieran mis hijos resolver así. Pero no.
Me preocupa la tendencia que tenemos de no responsabilizarnos por nosotros mismos y por nuestra vida de hoy. Es verdad que nuestros papás se equivocaron en muchas cosas. Es aceptable pensar que, por usar el tema planteado, yo no sé de buena alimentación porque ellos no me enseñaron. Tal vez fue porque ellos tampoco sabían. Y tal vez sabían y no les importó (no he visto muchos casos de ese tipo, aunque sé que existen). Si ya soy adulta, el tema ya es mío. Ciertamente tendré que trabajar doble, o triple en mi proceso terapéutico: entender qué me pasó de niña, enojarme con mis cuidadores primarios, revisar y revivir mi experiencia, descubrir y decidir qué sigue para mí, y crear los ajustes y nuevos aprendizajes que necesitaré para responsabilizarme de lo mío y seguir mi vida de una manera más saludable para mí.
Hay dos cosas que NO me resolverán, ni me ayudarán. 1. Dedicarme a lamentar mi suerte y a culpar a otros de la vida que llevo y 2. Exigir que mis papás arreglen mi situación. En el supuesto de lo que pienso haber entendido en la mañana con ¿qué? ¿Tiempo de cárcel? ¿Pago de multas? ¿Pago de mis tratamientos psicológicos y médicos? Este último podría ayudar tal vez, si es que económicamente está dentro de lo posible.
Creo que sería muy bueno que padres con sus hijos adultos tuvieran conversaciones largas sobre cosas importantes acerca del pasado y las vidas que surgieron de los pasados de cada uno. Creo que, como madre, me interesa saber lo que traen cargado mis hijos en su relación conmigo. Para quien se anime, hay indicaciones. Si tu hijo desea y puede hablarte sobre algún tema de este tipo, tu papel es escuchar. No es rebatir, argumentar, ni justificarte. Es preguntarle cómo vivió las experiencias y validar que tu vivencia y su vivencia de un mismo momento de vida son distintas. La vivencia de tu hijo es suya y se valida con la escucha atenta y activa. Ya irás tú a tu terapia, porque no eres culpable de lo que le pasa a tu hijo, especialmente cuando ya es adulto. Y ese tema, de sabernos madres muy imperfectas, pero no culpables, se trabaja aparte.