Por Dona Wiseman
La lealtad se describe y se define de muchas maneras, algunas muy severas, pienso yo. Entre las definiciones encontré que la lealtad es la actitud de quien no engaña, traiciona o abandona a sus amigos y superiores, o de quien se mantiene firme en sus ideales y convicciones. No sé tú, pero yo encuentro que hasta en su definición se anticipan los momentos en que tendré que determinar si ser leal a otro (amigos, familia, superiores) o a ser leal a mi misma (mis ideales y convicciones). Me ha sucedido y te ha sucedido y hemos decidido de las dos maneras.
Parece ser que su opuesto es la traición. Se define como el quebrantamiento de la lealtad, o bien como una acción que conlleva el quebranto de la confianza. Entonces si decido seguir mis ideales y convicciones y no seguir a los demás, ¿estaré incurriendo en una traición?
Es complejo, y tal vez imposible, cumplir con todo esto. Ser mujer “de palabra”, no desilusionar al no cumplir con las expectativas de otro (a veces sin saber que existían esas expectativas), determinar la vida propia y satisfacer las necesidades propias, todo sabiendo de antemano que en algún momento alguien me mirará como desleal. ¡Caray! Realmente no sé qué pensar.
En algún entrenamiento un maestro hablaba sobre la “obligación” de los hijos de cuidar de los padres cuando éstos llegaran a la vejez. Dijo que los hijos en efecto tendrían que ayudar, pero que esa ayuda la determinarían los hijos (cada uno) desde sus capacidades. Creo que acabo de descubrir algo que ayuda. Tal vez no debo ofrecer lo que no podré cumplir. Eso significa que siempre tendré que ser clara en lo que ofrezco y clara en lo que quiere el otro. Hace días le dije a un amigo, “Dime exactamente que significa para ti …” Un rezago de mi entrenamiento como psicoterapeuta humanista es nunca asumir que mi entendimiento de una palabra es el mismo entendimiento que tiene la otra persona. Entonces si alguien me dice, “¿Estás conmigo?”, yo voy a preguntar exactamente lo que significa para esa persona que yo “esté”. A veces no lo hago y tengo que ir poco a poco averiguando, y ese proceso siempre me causa líos. He dicho sí sin entender lo que “se espera” de mí. Y he tenido que aguantar o retractarme, convirtiéndome, cuando menos temporalmente, en alguien no tan leal, ni de palabra. Creo.
Si vuelvo al concepto de lealtad, tendré que decir que en realidad creo que tiene más que ver con autenticidad, congruencia, y compromiso que con cumplir las expectativas de alguien más, así a secas. Creo que llevar relaciones que incluyen la lealtad MUTUA, implica mucha comunicación y colaboración, claridad y especificación, cariño y comprensión. Aunque es difícil, sí puedo aceptar cuando alguien no puede estar para mí en alguna situación específica. Más difícil para mí aún, a veces, es aceptar que yo no puedo estar para todos en todo momento, o que no tengo los medios para resolver lo que el otro necesita. A veces parece que no estoy para nadie nunca. Eso pienso yo. Sí, una polaridad. Digo sí a todo, o ni siquiera me acerco. O tal vez podré entrarle de frente al reto de buscar la manera de construir una relación que incluye los sí y los no, claros ambos. Creo que eso describe una relación (de pareja, familia, amistad, laboral) que podría madurar más allá de exigencias, cumplimientos, y fallas. Una relación en la cual yo también puedo esperar la lealtad de parte del otro, o sea que el otro también “esté conmigo”.