DEL SISTEMA MANIPULATIVO Y OTRAS M#”$%#S

Por Dona Wiseman

Me enviaron una de esas publicaciones (que asumo bienintencionada, porque así decido asumirlo) que habla de cómo Dios hizo a la mujer tan fuerte y especial.  Ya saben la lista, ¿verdad?  Con lágrimas extras para expresar el dolor y la ternura.  Con fortaleza para soportar (entiéndase apoyar si tu humor del día te lo permite) a otros (maridos, por ejemplo).  Con sabiduría para callar y las palabras precisas a la hora de hablar.  Con paciencia y amor para repartir. 

Según estas publicaciones, la mujer es un ser especial enviado por Dios (qué sentido de humor o sadismo tiene ese “Dios”) para aguantar embarazos, alumbramientos, amamantar, desvelos, contratiempos (cotidianos y de la vida), y cualquier cantidad de barbaridades. 

Antes de proseguir con lo que realmente quiero decir (va al yugular, aviso, a mi propio yugular en primera instancia), me gustaría decir que todo esto pone a los hombres en un lugar de muy pequeños e inútiles, o cuando menos eso me parece a mí. (Que conveniente, puesto que tienen el poder dentro del sistema.)  Y ahora entiendo a las mujeres de mi familia, que siempre hemos visto a los hombres así.  Pequeños.  Es un tema que sigo trabajando en mi vida, pero si tú, hombre, me mandas este tipo de publicaciones, no estás ayudando mucho en mi avance hacia mi meta de tener contigo una relación de igualdad.  Ah, ¿no sabías que también yo, mujer, tengo que trabajar en el tema de la igualdad?  ¿O es que te conviene a ti que yo piense, “No, yo lo hago, ¿el hombre no va a saber cómo cambiar un pañal o lavar un baño”?  O peor aún, “Los hombres no hablan de cosas importantes en la vida.  No les alcanza.”

Ya no me digas que me respetas y me veneras y me admiras y bla bla bla por ser mujer y poder con todo lo anterior y más.  Preferiría que una obra sobre mí fuera escenificada…  No, perdón, me desvié.  Deslices teatrales. 

Si tú me dices que soy especial y más fuerte que tú, y yo te digo gracias y me siento especial y continúo haciendo esfuerzos heroicos por sostener el mundo en mis hombros, ¿cómo te explico y me explico que estamos los dos presos de un sistema patriarcal que utiliza este tipo de ma#%$&s para que yo, mujer, trabajelaveplanchelimpieparacocineorganiceetc, y tú, hombre, me grites desde la sala, “¡Vieja, tráeme una cheve!  Vengo bien cansado del jale.” 

Yo soy una mujer fuerte.  Sí, lo soy.  Pero levántate por tu cheve.  Y ponte conmigo a los chingazos del día, a todos los chingazos.  Ponte conmigo a crecer, al autoconocimiento, a construir una relación, a procurar la equidad, a filosofar.  Sí, ponte conmigo a distinguir que naranja y melón son colores y hablemos de las diferencias entre ellos.  Créeme que cuando te digo que está fallando el coche, está fallando, y además sé que es el sensor de velocidades.  Date cuenta de que sé estacionarme en paralelo y sé lo que me gusta en la cama.  Abre los ojos y mira que no me hace especial una intención de Dios (inventados tanto el Dios como las intenciones por el sistema patriarcal).  Lo que me hace especial es lo que yo he formado en mí, como persona, como individuo. 

No me vengas con el cuento de que soy especial por ser mujer.  A mí no.  Mírame de frente y permíteme mirarte también a los ojos.  No me hables de la chinga que es ser mujer.  Ya me la sé.  Háblame de la chinga que es ser hombre, que también algo debe haber allí.  No sé.  O hablemos de la chinga que es aspirar a ser seres humanos.  Y repito, levántate por tu cheve, y de pasada tráeme un vinito, ¿no?  Somos tripulantes por igual de este barco.  Confieso que me está costando mucho este tema de vida. 

Mi siguiente terapia requerirá mezcal.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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