Tanta y tantas cosas que surgen en estos días que de cuarentena pasaron a ya dos años, ¿Dos años? Ya ni sé cuántos meses tenemos así, en la incertidumbre, en los sueños constantes, en los sueños dentro de los sueño…
El otro día, puse una alarma de 45 minutos para dormir una siesta. Cuando empezó a sonar yo estaba muy contenta soñando y de pronto dentro del sueño, sonó la alarma. Yo estaba buscando el sonido por toda mi casa del sueño y no encontraba el lugar del ruido de alarma de pajaritos. Ya después como de algunos minutos, creo que por fin abrí el ojo y descubrí que no estaba en el sueño y que la alarma estaba delante de mi mirada… Me ha pasado seguido que sueño dentro del sueño o que me miro soñando en el mismo sueño. Sólo me ha pasado en la pandemia. Nunca antes en mis 46 años. No sé qué significa.
También me ha pasado que me he convertido en amiga de los colibris de mi jardín. Todos los días llegan se me quedan viendo por unos 30 segundos, fíjamente a la cara, revolotean como queriendo decir algo, o quizás sólo diciéndome que todo está bien. Me alegran los días. Los saludo, los disfruto.
No sé si esto tenga que ver con que mi consciencia está más despierta y las cosas mundanas retoman una importancia que antes no era observable por la rapidez con que vivía la existencia.
A pesar de estos símbolos que estoy intentando comprender, la insoportable levedad que antes sólo se apoderaba de mi los domingos en las tardes-noches desde mi adolescencia, ahora llega para quedarse desde hace varios, varios meses.
Nunca jamás, había despertado a las 5 de la mañana o antes… nunca. Disfruto enormemente de esas horas oscuras, silenciosas, llenas del rocío mañanero, dónde cada sonido retoma su contenido. El café me recibe con su aroma y puedo estar de aquí para allá, y de allá para acá como hasta las 11 de la mañana. Después de las 12 o 1 de la tarde, mi voluntad comienza a divagar en temas de la existencia, del porqué de mi cansancio agotado, y me retumban como ametralladoras, las horas y los pendientes…
Tengo tantos planes pero no los puedo llevar a cabo dada la languidez que se apodera de mi unas cuántas horas vespertinas… Y se planta frente a mi la metáfora de pendientes como una montaña de libros enorme que veía en los estantes de mi papá cuando era niña… ¿Cuándo llegaré a leer tal cantidad de letras? Jamás, nunca, son cimas o abismos. ¿Cuándo podré poner en práctica los proyectos, los sueños? En estos meses he sido testigo de que sí soy muy creativa y tengo planes… Algunas cosas las he logrado pero otras muchísimas se han quedado en el tintero, incluyendo las palabras que he deseado poner en un papel.
Justo, en esta semana de agosto, la última, ultimísima también se me pone en la cara como una bofetada, una frase de la hermosa Black Breasfeeding Week, la semana de lactancia olvidada, tapada, borrada de la historia. Las mujeres negras, las mujeres afrodescendientes han decidido hablar, decir con todas sus letras que la lactancia también puede ser discriminación. Y aprendo tanto de este lema anual que sólo me queda pegarlo en mi memoria para no olvidar: “La gran Pausa: Descanso Colectivo para el Poder Colectivo” (espero haberlo traducido bien). Parar, descansar, pausar lo que estés haciendo; pensar y repensar lo que vas a hacer o lo que estás haciendo, para poder tomar decisiones. No soy afrodescendiente pero me llenó de pasión esa frase con pocas palabras y tanta contundencia.
Hoy me quedo ahí. Intentando rematar con algo de rebelión y retomar el camino para recuperar las fuerzas para decidir mi mañana. Hoy pauso, para mañana florecer. Pauso en el sueño, dentro del sueño. Pauso para querer y poder renacer mañana. Como un colibrí.
https://blackbreastfeedingweek.org/