Por Dona Wiseman
Hoy me preguntó una amiga si he adelgazado. La respuesta es sí. Y aunque sé que he hecho pilates de manera regular y he trabajado en yoga terapéutica con ciertas características de mi cuerpo, me doy cuenta de que me ha sucedido otra cosa. Mi cuerpo ya sabe la diferencia entre las ganas de comer y las ganas de coger. Perdón. Eso fue muy duro y directo, pero verán que tiene sentido.
Hace años una maestra de mi entrenamiento nos dijo que no había que confundir unas ganas con las otras. Y bueno, es lógico que eso podría ser parte de lo que nos aqueja y engorda, pero explico.
No se trata tanto de ganas como de poder reconocer las necesidades reales que tenemos. Y confieso que hace un tiempo me he percatado de que no requiero comer tanto como en algún momento de mi vida pensaba. Dicho de otra manera, simultánea, mi apetito toma segundo lugar a otras cosas que requiero resolver o que me mueven desde muy adentro. Con mi mente y cuerpo entregado a resolver cosas que me son muy importantes, comer toma un lugar no tan impulsivo.
¿A qué voy con todo esto? Que cuando sentimos un impulso hagamos el intento de revisar si eso que se nos ocurre es lo que realmente satisfará la necesidad que estamos sintiendo. Ah, pero eso deja evidente el trabajo que tendremos que hacer para poder identificar la necesidad. Desde allí viene el comentario simpático de mi maestra, tal vez una declaración un poco fuerte dicho sin previo aviso. Y no estoy diciendo que he adelgazado porque he pasado mucho tiempo en la cama. Si por hoy lo hiciera, creo que sería para dormir, que me hace bastante falta, y dicen que también dormir baja niveles de cortisol y así adelgazamos. Lo que digo es que parece que tal vez, quizás, podría ser, que empiezo a reconocer mis necesidades de otra manera.
Somos renuentes a soportar y sostener la incomodidad, y solamente allí, en la incomodidad, podemos hacer el trabajo necesario para reconocer nuestras necesidades reales. Solo si miramos, olemos, probamos, masticamos y tragamos lo que estamos sintiendo (léase percibiendo), podremos darnos cuenta de la experiencia en la cual estamos inmersos y que nos reporta necesidades no satisfechas o que apenas surgen.
Hoy por hoy, estoy escuchando muchos reportes de incomodidad en el consultorio. La tendencia es a hacer listas interminables de “deberías” (hacer ejercicio, limpiar el clóset, dormir temprano, eficientizar el tiempo). Lo que no estamos haciendo es detenernos en la incomodidad para darnos cuenta de qué es lo que en realidad nos hace falta. Darnos cuenta no significa que podremos resolver en automático la necesidad. También tendremos que trabajar la paciencia y la tolerancia a la frustración. Pero sí significa que podremos aprender a distinguir entre las ganas de comer y las ganas de coger, y tal vez así acercarnos a satisfacer necesidades reales en la vida.