Por Angélica Rodríguez
No me parece una casualidad que la palabra “magia” tenga exactamente las mismas letras que la palabra “amiga”. Mis amigas son magia. Mágicas porque tienen cualidades únicas y son extraordinarias, especialistas en crear momentos increíbles y en iluminar mi vida.
Soy afortunada porque nunca he estado sola ya que cuento con valiosas amistades que me han acompañado a lo largo de este camino. Y no solamente tengo una mejor amiga, tengo muchas:
Tengo una amiga que vive a kilómetros de distancia, pero que está siempre al día de todo lo que me pasa. Nuestra comunicación está basada en mensajes de texto extensos y notas de audio con duración de al menos tres minutos. Sé que siempre estaremos juntas aún en la distancia y que nuestra conexión y amistad siempre serán estrechas.
Tengo una amiga que es mi alma gemela, de esas personas con las que todo es fácil. Que comúnmente sé lo que está pensando antes de que lo diga. Quien puede decir “esto no te va a gustar” y acertar porque me conoce demasiado, a veces pareciera que me conoce más que yo misma.
Tengo una amiga con la que no hablo todos los días, pero siempre que la busco está para escucharme. Una amiga que no importa cuánto tiempo pase sin vernos o sin hablar, la amistad sigue intacta y el amor continúa creciendo.
Tengo una amiga con quien guardo muy buenos recuerdos. Nuestras vidas se cruzaron en el momento preciso y basto poco tiempo para formar una gran amistad. Aunque nuestra convivencia tal vez no fue larga o ya no nos frecuentemos, siempre tendrá un lugar muy importante en mi historia de vida.
Tengo una amiga que sabe guardar secretos y que es mi confidente. Es esa persona a la que le voy a contar todo porque sé que si lo sabe ella nadie más nunca lo sabrá. Sé que puedo contarle cualquier cosa sin que me juzgue. Es quien me da paz y me reconforta cuando nadie más puede hacerlo.
Tengo una amiga que es muy sabia, una persona que sabe cómo y cuándo dar su opinión. De ella he recibido los mejores consejos y he aprendido muchas lecciones de vida.
Tengo una amiga que es mamá, pero la conocí desde antes de que lo fuera. Nunca imaginé quién iba a llegar primero a esta etapa, pero ha sido una sorpresa ser testigo de tan increíble trasformación. Eres un ejemplo y te admiro mucho.
Tengo una amiga para salir de fiesta, una para ir por un “cafesito” y una para tomar una copa de vino.
Tengo una amiga que me regaña o me hace entrar en razón cuando no estoy en lo correcto. Que no le va a importar si la verdad es cruda me la va a decir. En muchas ocasiones sus palabras no han sido las que esperaba pero si las que necesitaba escuchar.
Tengo una amiga a la que le puedo hablar cuando estoy aburrida y quien siempre me recibe en su casa o acepta una invitación para hacernos compañía sin importar el plan.
Tengo una amiga profesionista, una mujer que sueña con crear un imperio y que sé que va a lograrlo. Con ella he compartido, sueños, metas y planes. Nos unen nuestras ganas de crear negocios, nuestra creatividad y el empuje a siempre ser mejores. Somos motivación una de la otra y el aplauso de cada pequeño logro que tenemos.
Tengo una amiga que es mi hermana, quien por elección es parte de mi familia. Que su casa es mi casa y la mía la suya. A quien mi familia quiere y su familia me recibe como si fuera parte de ella.
Mis amigas y yo somos compañeras de vida; a través de los años sumamos un millón de historias que contar y otras más que nunca contaremos.
Soy un poco de cada una de ellas y todas ellas tienen algo de mí. Gracias amigas por existir en mi vida. Gracias por haberme escuchado, por haberme visto reír, llorar y enojarme. Gracias por acompañarme en los momentos difíciles. Gracias por ser mi apoyo, distracción, motivación y alegría. Gracias por la diversión compartida, por las horas de plática, por los viajes, por los momentos y por todo lo que viene. Gracias por ser “esa amiga que tengo”.
