Por Dona Wiseman
Un día de estos, algún día, espero, escribiré un libro. Más bien creo que ya lo tengo escrito. Paso 1 será imprimir todas las columnas y sorteadas pendejadas que he escrito para NES, para Vanguardia, y para público en general en Facebook. Luego ordenaré los escritos por temas (no sé si eso aplicará, pero intentaré). Los colocaré en algún tipo de capítulos y me daré a la tarea de leer y editar. Ciertamente no podré incluir todo lo que he escrito, no porque algunas cosas no sean apropiadas (esas cosas se incluyen ¡a huevo!, entre menos “apropiado” con más ganas se incluyen), sino por el volumen de material que he escrito en, hmmmm, creo que ando sobre los 5 años.
Me pregunto si en este proceso me sucederá como cuando leo los poemas que he escrito. A veces leo y digo, ¿Quién escribió esto? Lo que escribo a veces me sorprende. Para bien y para mal. Y aviso que antes de dedicarme al proceso que he descrito, hay otro pendiente. Tengo un poemario sin publicar. No sé si es bueno o no, no importa tanto eso. Lo que importa es tener una obra terminada en archivo tanto tiempo. Mucho tiempo. Hoy me dijo mi adorado maestroamigocómplicedevida que mi actitud de “me vale madres lo que piensan los demás de mí” es una reactividad (o sea que no es cierto, es un disfraz). Admito que tiene razón, en términos generales. Hay cosas que en efecto me importa un carajo lo que el mundo piensa – y tardé muchos años en llegar allí, pero eso es tema de otra columna. Entonces, mi poemario yace entre paréntesis esperando…bueno el hecho es que ahora espera que mi hija acabe de hacer el diseño artesanal.
Dicen por allí, ¿cómo es?, que en la vida debemos tener un hijo, plantar un árbol, y escribir un libro. Tengo 4 hijos y 5 nietos. Quien conoce mi casa sabe que he reforestado un pedazo de la Tierra de 15 x 23 (más o menos). Y tengo un poemario publicado. Eso no me redime. Tengo otro terminado, y otro por terminar. Hijos y árboles ya, neta. Pero creo que podría hacer un poco más de esfuerzo para dejar cosas por escrito. ¿Y para qué? Tal vez es como publicar selfies. La parte narcisista de mi ego en su esplendor.
Hace algunos años una chamana brasileña me untó los labios con agua bendita, usando las hojas moradas de una bugambilia. Me dijo, “Tienes mucho que decir y el mundo tiene que escucharte. No vuelvas a quedarte callada. Habla en la fila del banco y en el supermercado. En donde sea y cuando sea, habla. Jamás te vuelvas a callar.” Unas horas después estaba sentada con unos compañeros que hablaban sobre animales de poder. Ya tenía años trabajando con los animales totémicos, etc. y a lo que ellos preguntaban, yo tenía las respuestas. Dudé, pero, apelando a las instrucciones de la chamana, y anunciando que por eso me atrevía, respondí a las dudas que ellos tenían y expliqué mi trabajo de años con los animales de poder.
Perdí los filtros y desde entonces he hablado tanto que mi maestroamigocómplicedevida me dice “hocicona”. Bueno, la verdad es que me dice así porque a veces no mido mi fuerza ni lo directa que tiendo a ser. No pretendo ser cruel, de hecho, soy bastante amorosa. ¡Ah! Entonces es por eso que tendría que seguir poniéndome por escrito. Por amor. Entonces, está resuelto. Les agradezco que me acompañen.