LA MENTIRA NO ERA NECESARIA

Por Dona Wiseman

Traigo un tema que me está provocando mucha contemplación.  En mi cabeza me digo y me desdigo, argumento y explico.  El tema es la mentira.  Creo que es importante mencionar primero que hay una diferencia considerable entre alguien que tiene una personalidad obsesiva-compulsiva (sí, yo, por ejemplo) y una persona con un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).  A pesar de que hay características en común, el resultado y su cuadro de comportamiento no es igual.  No es igual el nivel de autoconsciencia posible, ni de autorregulación, etc.  Una cosa es una personalidad y otra cosa es un trastorno.  Lo mismo pasa con la mentira.  No es igual una persona que tiene el hábito (por estructura caracterológico) de mentir a un psicópata o sociópata que miente como parte de su trastorno.  Para mí, no es igual una mentira que otra.  Como todo en la vida.  Quisiera que fuera tan sencillo. 

Entonces mi mente me ha presentado en los últimos 24 horas con suficientes preguntas e hipótesis como para elaborar una tesis doctoral.  Aviso anticipadamente, sin embargo, que esta columna no tiene ningún sustento científico.  Comencé con preguntarme sobre la razón de las mentiras en general, y razones hay muchas. 

Hay quien miente para no ser castigado (como un niño).  Otra persona miente para obtener un beneficio o para zafarse de una obligación o encargo.  Decimos que estamos bien cuando no es verdad.  Inventamos agendas llenas para no comprometernos con alguna actividad o persona.  ¿Cuántos perros han sido culpables de comerse tareas y con qué frecuencia el tráfico me permite no admitir que salí tarde de casa?  Mentimos cuando algo que hemos hecho, o algo de nuestras vidas, nos provoca vergüenza.  Las “verdades a medias” nos ayudan a hacer lo que nos da la gana sin la sinceridad de decirlo tal cual.  Mentimos para conquistar a alguien, especialmente si la conquista se trata solo de “ligar”.  La adulación es una forma de mentira que parece tener por objetivo agraciarnos con otra persona, cantándole sus bondades de manera exagerada y hasta inventada.  Echamos piropos a diestra y siniestra si necesitamos un favor, ¿o no?  Negamos la verdad de nuestras situaciones de vida cuando no queremos hablar de algo o bien no queremos escuchar la opinión del otro sobre nuestras decisiones.  Y ¿a poco no es diferente lo que le cuentas a tu mamá y lo que le cuentas a tu papá? 

Nuestras máscaras sociales son también una especie de mentira.  La vanidad y el narcisismo nos llevan a presentarnos de maneras lejanas a nuestra verdad.  La servicialidad, el deber ser, lo “civilizado”, el éxito que no alcanza a ser real.  Parece ser que con frecuencia requerimos vernos más de lo que somos, quizás por ser incapaces de ver lo que realmente somos.  Suena a psicología barata, pero hay una frase que atribuyen a Frida Kahlo que me encanta:  Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí.  Tengo una fuerte tendencia de ver a las personas con “buenos ojos”.  Y conozco a unas cuantas personas que sé que veo con una mirada que ellos no logran para consigo mismos.  Con esto llego a lo que me provocó tanta reflexión desde el principio. 

Hay personas que me mienten (hasta en consulta) sobre detalles de sus vidas que, no sé, tal vez piensan que si me dicen la verdad los trataré de una manera distinta.  O tal vez buscan mi admiración.  O tal vez no soportan sus propias vidas tal cual son.  O tal vez mienten de manera habitual.  Se me ocurrió ayer pensar, por una situación muy específica, que puede ser inclusive que una persona me mienta porque me considera “especial e importante” y quiere quedar bien.  No quiere que vea ciertas verdades de su vida.  Siempre he insistido en que no sé definir el bien y el mal.  Me enseñaron que mentir es malo.  Pero hoy por hoy me encuentro mirando una mentira que me provoca una reacción distinta.  Cada uno tenemos nuestras experiencias con las mentiras.  He tenido de todo tipo.  Nos ha ido mal o a veces indiferente.  Hay quienes juran que jamás mienten.  Ahora sí, ¡no les creo!  Me quedo hoy con tantos pensamientos juntos que no logro desenmarañarlos.  Lo que sí puedo decir es que, si no quieres hablar de un tema, dilo. Podemos dar un paso hacia otra manera de interactuar.  Y si quieres saber qué pienso de ti, pregunta.  Creo que te darías cuenta de que la mentira no era necesaria.

noviembre 10, 2021

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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