Por Dona Wiseman
Hay momentos en que la voz más fuerte se toma como consenso de grupo, sin que otra voz se escuche siquiera. Hay voces que interrumpen, que se atraviesan para asegurarse de que su necesidad sea vista a priori. Son voces que gritan y cuestionan de manera despreciativa, o bien que hablan de manera psuedo-amorosa, suaves y siseantes. El desprecio tiende a callar a otras voces que, sintiéndose juzgadas, prefieren mantener el silencio. Escucho las voces autorizadas por sus papeles de activista o bien por traer el estandarte de moda, y las oigo casi fascistas en su aplicación totalitario de ideas y valores, pero validadas porque su causa, se contempla “justa” dentro de los cánones establecidos para la manada.
Sí, seguimos siendo manada, o un grupo de manadas. No me excluyo. Ojalá pudiera creer que escogemos nuestras preferencias y causas de manera libre. No creo que tenga yo suficiente criterio de libertad aún para pensarme “sin pecado”, pero con frecuencia lanzo piedras de todos modos. Si alguna me da a mí, seguramente me ayudará en mi proceso personal.
Tengo un rechazo especial a hacer cosas que implican “uniformar” mis ideas, criterios, presentación, etc. Y a veces no es porque tenga un argumento en contra, sino porque no he tenido el tiempo ni la manera de formar mis propios argumentos. Me tardo. Mucho. Me tardo mucho en formar mis criterios propios y termino moviéndome con la “bola” o ausentándome porque llega el momento en que ya no hay manera de hacer otra cosa. Y si no he podido participar en el esfuerzo por decidir, pues definitivamente no tengo porque protestar. La protesta sería en todo caso parte del proceso de decisión, no una reacción posterior que estorba más de lo que ayuda.
Hoy estoy enojada porque una de esas voces me ha estado calando en estos últimos días. Sé que necesito sentarme a nombrar cómo me estoy proyectando en esa voz. No he tenido tiempo de hacer ese trabajo. No cuestiono la veracidad de ciertas cosas que enuncia esa voz. Cuestiono que el grito de “lo que es” se tome como aplicable a todos por…hmmm…porque, “¿Quién se atreve a contradecirme?”
Tenía un amigo que me advertía justo de esto. Lo extraño mucho. Cuando menos con él me pude haber quejado. Uds. no me hagan caso.