Por Clara F. Zapata Tarrés
Tengo la emoción super a flor de piel. Siempre he pensado, siempre, cuánto ha valido la pena estar siempre presente, desde hace más o menos 13 años en mi maternidad. Siempre lo volvería a elegir.
Porque sin duda alguna, es una elección de vida. Y siempre he admirado a esas mujeres que pueden paralelamente estar con sus bebés pegados, trabajando. Yo siempre, desde ese 2008, que decidí cambiar el destino, he trabajado desde la casa lo más que puedo. Suerte tengo, porque no muchas mujeres lo pueden hacer. Al final de cuentas una se las arregla para mover horarios, cargar con las cachorras para todos lados… Trabajar con ellas pegadas a las chichis, jugando a ratos, cambiando pañales mientras escribimos en la mente o analizamos algún tema que nos inspira… Es una revolución sin pausa. Sin pausa.
Mis hijas ya no son bebés. Tampoco son grandes. Y de pronto, había olvidado un poco, esos bellísimos momentos y no me había percatado de lo valiosísimos que han sido. Hoy, en otras circunstancias, estamos juntas 24 horas al día y creo que hemos hecho un gran círculo de amor. No cualquiera se aguanta tanto tiempo pegadas y no cualquiera tiene la paciencia para lograr crear armonía. A pesar de la pandemia, de la enfermedad, y del encierro obligado, de los cambios de humor, de la impaciencia o del miedo.
Y es que todo esto volvió a mi porque ayer vi un documental de la cantante Pink (que descubrí se llama Alecia-un poco como del país de las maravillas-). El documental de llama “All I know so far” y lo puedes ver en Amazon prime. (https://www.youtube.com/watch?v=DU3MAeDaZls). Yo siempre he sido su fan porque me gustan sus canciones pero más porque me parece auténtica, guapísima, con un cuerpo que me fascina y porque en general, hace lo que quiere…
Todos y todas recordaremos la famosa foto de Pink extrayéndose leche en camerinos, o amamantando a su bebé hace algunos años atrás. Este documental comienza ya cuando esa bebé creció y cuando Pink ya tiene otro hijo. Se preparan para un viaje largo para acompañar a su mamá a una gira de conciertos por Europa.
A veces, veía esas fotos como idílicas, como algo irreales, injustamente. Después de mirar cada escena del documental mi percepción cambió. Ella, Alecia, es una mamá como yo, como cualquiera de nosotras. Se levanta, está cansada, hace esfuerzos enormes por mantenerse sana, hacer ejercicio y disfrutar a su pareja y a su familia.
Su hija y su hijo le saltan encima, le atrapan la pierna y no se sueltan, le dan unas pataditas porque la extrañan, le gritan… Se le ve negociando tiempos y dando amor, tirada en el piso antes del concierto, etc. Despiertan juntos, se bañan, desayunan juntos, platican mucho, juegan… Se extrañan. Pink, en algún momento también relata que tiene cuadernos dónde les escribe a sus hijos. Yo también lo hice desde mi primer embarazo. Es algo maravilloso…
Lo más impactante es que después de ser la estrella del escenario, de bailar colgada de enormes cuerdas encima de un escenario gigante y repleto de miles de personas, siendo rockstar, con sus trajes brillantes, su voz potente y con la adrenalina al tope… Termina el concierto y lo primero que hace al salir del escenario, es tomar en brazos a su hijo y besar a su hija.
En todo momento ella plantea que no podría vivir su maternidad de otra manera. Con todos los tiliches a cuestas y con las crías junto a ella. En algún momento, recuerda que su propia mamá le dijo un día que ella misma había por fin visualizado lo bello que es ser madre, al mirarla a ella maternando. Pink decide ser madre con todo lo que implica y con lo que se imagina que es lo mejor para ella y su familia.
Todo esto me lleva a recordar esa etapa tan intensa, de cuestionamientos tan profundos hacia mi ser mujer, madre, pareja. Me lleva a revalorar tanto tanto, cada instante, cada mirada, cada tetada, cada extracción de leche, cada latido de nuestros corazones. Además me confirma que es un regalo para toda la vida, por la gran conexión que se crea con cada hija o hijo. Que normalmente lo que recordamos todas, es que tenemos una cierta telepatía, por el sólo hecho de habernos mirado por horas en esas noches, por haber conocido la compasión, la generosidad, el amor en su máxima expresión.
Hoy abrazo a mi hija Rebeca y siento que se me infla el corazón y recibo el enorme cariño que ella me regala con mi espíritu en total entrega.
Hoy abrazo a mi hija María José y siento el poder de su autonomía, la esperanza de que ella me confiere fortaleza y me conoce mejor que nadie.
Ellas dos, me hacen cada vez más humana y mortal. Eso me encanta porque esas 24 horas nos han permitido conocernos tan a fondo que somos transparentes y no idealizamos o inventamos imaginarios imposibles de superheroínas.
A veces los regalos llegan en el futuro… Tengamos paciencia, que valdrá la pena cultivarla.
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Gracias por tus reflexiones Clara, bendiciones 🙏
Me encantó! Buscaré el documental de Pink! gracias.