Por Sandra Machuca
Platicábamos de varios temas; los mismos de siempre. Criticando el mal funcionamiento del mundo; desnudos, sudados y agotados, acostados boca arriba sobre la cama. Hablábamos del poliamor #wtf ¡eso no existe! concluí día y medio después; pero en ese momento casi logras confundirme. Sigo pensando que es un invento y que está de moda. La gente está aburrida. La gente se desencanta rápido y esto tiene una raíz económica-social producto del consumismo; la postmodernidad y la competencia por vivir a prisa para llegar primero a quién sabe dónde: al vacío, a la nada. Tras la insatisfacción hay un abismo interminable.
También me considero de esas personas que quiere comerse el mundo; siempre quiero probar todo y me doy la oportunidad. La prueba es ésta misma; aquí y ahora estamos los dos varados en la nada y hablando de que lo único sólido que tenemos es un colchón bajo nosotros. Para mi es un mientras; y conscientemente admito que estoy en pausa en cuanto a relaciones uno a uno se refiere. Sin embargo, la práctica del poliamor no me despierta ningún sentimiento; me es indiferente. También he llegado a pensar que podría ser un mecanismo de autodefensa al saber de antemano que no hay y ni habrá reciprocidad. Y a mí me gusta sentir, sentir intensamente, que se me erice la piel no solo por el contacto físico; sino que sea producto de una energía más profunda, eso que no puedes descifrar; eso que se le conoce como amar. ¿Seré parte de la última generación que todavía tome ese tipo de riesgos?
Tu argumento a favor enfatizó en la comparación de la Generación X y los Millenials; con el que afirmabas que ésta última, tú generación, era esa que si bien se ha dado a la tarea de romper viejos paradigmas; que nosotros los X habíamos heredado de los Babyboomers; como trabajar para vivir y no al revés como se venía haciendo; entramos en contradicción varias veces al analizar esa postura frente a diversos temas. Fue entonces el momento perfecto para girarnos y quedar frente a frente tomando cada uno su almohada con uno de los brazos por debajo y reflexionar lo próximo que diríamos para reforzar nuestra opinión.
Todo lo que habías dicho perdió fuerza al afirmar que los Millenials no quieren comprometerse en ningún sentido. Repliqué que viven la vida por encima; es como caminar sobre el agua. No se puede, no es posible; entonces no es lo que se define como vida. La vida es como nadar en el mar, te avientas, te sumerges, te mojas, te hundes, sales a flote, te cansas, te repones, miras el paisaje, observas a las otras especies, dejas que te acaricie el sol, ríes, te arrastran la olas, casi mueres; no moriste; vives. La voluntad de amar, el compromiso; hacen justo eso, que te avientes al mar abierto para ver si sobrevives y lo más importante; para que te enseñes a nadar. Quizás en esta época lo que prevalece es andar en un modo de ahorro de sufrimiento. Tanto el sufrimiento como el miedo son parte imprescindible del vivir, tanto son obstáculos como detonadores ¿se puede vivir sin ellos?
En una época dónde el feminismo y las doctrinas del desapego se conjugan para dar paso a una era con sistemas sociales reinventados y una salud mental tratada bajo el estandarte del amor propio; es el momento idóneo para provocar ese vacío en el que con débiles fundamentos se sitúa el poliamor; como un vacío legal en el que todo es posible y a la vez no, en el que quien sabe sacar provecho lo hará.
¿Una generación basada en el egoísmo? Quizás este grupo de personas al no darse tiempo para formar lazos afectivos de ninguna índole, el poliamor representa el contexto perfecto para pasar el rato y saciar necesidades. Hace unos días platiqué con un amigo que ha vivido en el extranjero por casi quince años, sobre las diferencias en el comportamiento afectivo entre europeos y mexicanos; y me explicó algo que jamás me había pasado por la mente. Me contaba que a diferencia de los mexicanos, los europeos, hablábamos de Austria y Alemania específicamente, no tienden a hacer tantas amistades por el hecho de no tener tiempo suficiente para llevar una relación afectiva de ésa índole, me decía que para ellos la amistad es un lazo muy fuerte; a veces más fuerte que el familiar porque las familias allá a diferencia de México no suelen vivir a veces siquiera en el mismo país, y que prefieren tener pocos amigos pero con los cuales tienen un fuerte compromiso de que les brindarán atención de calidad y estarán presentes siempre que los necesiten y compartirán los momentos más importantes en sus vidas. Continuaba explicándome que a los mexicanos se nos conoce por ser gente muy sociable, gente que recibe al otro con los brazos abiertos desde el primer encuentro; y que solemos ser muy amigueros. No obstante, es muy difícil poder atender a todos y muchas veces tendemos a tener a nuestras amistades descuidadas, por cuestiones de tiempo, dinero, distancia, etc.
Lo anterior confirma mi postura respecto a que el compromiso; si bien en este contexto, se deriva del amor y se da de manera intrínseca; es esa base en la que se sustenta cualquier concepto.
Hablamos de lo desechable; comparando los tiempos en los que se utilizaba la misma botella de vidrio que se rellenaba una y otra vez con leche; posteriormente a alguien se le ocurrió inventar el tetrapack para facilitarnos la vida; aunque yo no veo gran lío en lavar un frasco. Y así, sin darnos cuenta nos adentramos en el mundo del consumo; en donde desechamos rápidamente aquello que no funciona; sin siquiera considerar el reparo; nos hemos acostumbrado a usar y tirar. Comenzamos a normalizar la acción de desechar todo, incluso las relaciones, al punto que ahora nos asombramos al ver a una pareja cumpliendo treinta años o más de vida compartida. Incluso a mí me desconcierta ¡tanto tiempo, la misma persona! ¿Será que habremos perdido la paciencia?
En palabras de Luciano Luterau, filósofo y sicólogo; dice que “El poliamor está muy lejos de ser una autorización para mantener relaciones simultáneas”. Menciona que para ello hay que cumplir tres condiciones: 1) la renuncia a la exclusividad sexual, 2) el cambio de la estructura binaria del amor y 3) el replanteamiento de la estructura familiar; los poliamorosos hablan de comunidad. Asimismo, Luterau afirma que el cumplir con esas tres condiciones no es tan sencillo en la práctica.
De acuerdo a lo que dice Luterau, en mi experiencia no he coincidido con ningún poliamoroso que no caiga en la mentira; se clasifican a sí mismos como tales pero tienen relaciones inconclusas latentes y comienzan relaciones binaras con verdades a medias; más se denominan así por el hecho de tener relaciones más de tipo sexual, que afectivas; con varias personas, sin que estas lo sepan. No es un acuerdo, es engaño. Dicen poder sentir afecto por cada una de las personas con las que se involucran buscando amistad ¿pero cómo podrían encontrar amistad sustentada en la mentira? Me quedo pensando cómo vivirá esta generación su vejez sin lazos afectivos.
La mañana casi se convirtió en tarde; mi estómago ya comenzaba a hablar por mí y no conseguimos llegar a otra conclusión que la de ir a la ducha; la cual sí arrojó reflexiones interesantes tales como “el sudor, es como la estupidez, el que transpira no lo percibe, los demás sí”.