Por Dona Wiseman
Si quiero saber cosas, me pongo a leer. Eso dicen muchas. Eso hacen muchas. Recuerdo a mi papá, hombre muy ávido de saber cosas y comprobar cosas. Su avidez tiene mucho que ver con el hecho de no haber tenido la opción de estudios formales en su infancia y juventud, y el trauma que eso le ha provocado. A pesar de sus humildes orígenes, construyó una vida digna, buena diría yo. Y siempre sediento de saber cosas, tal vez un poco para sentirse parte de un mundo que parece saber cosas.
Recuerdo tantas cosas que, producto de alguna lectura, me o nos decía, o bien ha aplicado a su vida. Un hombre de su edad y estatura debe pesar x kilos. Si comes mucho queso te engordarán los muslos. La temperatura adecuada para el interior de una casa son x grados. Si no enjuagas bien los trastes te enfermarás. También hay cosas que él aplica a la vida que alguien que él considera de autoridad le ha dicho. Y aplica todo de manera obsesiva-compulsiva.
No quiero cuestionar el proceder de un señor de 91 años que ha tenido una vida larga y sorprendente. Lo que quiero poner sobre la mesa es que si, cuando leemos o cuando alguien nos dice algo, somos capaces de pasar todo eso por nuestro criterio, por nuestro intelecto, para integrar un proceso de autorregulación que nos lleva a una sabiduría interior y propia. Mi papá ha dicho en varias ocasiones, “Pues en tal lugar dicen esto, y en otro lugar dicen aquello.” Y sí, tendríamos que quitarnos de la mente que lo que está escrito es cierto.
Hemos visto en los últimos años una tendencia en la educación hacia formatos más orientados a provocar la exploración y la habilidad de llegar a conclusiones propias, aún cuando sean las conclusiones obvias. Empieza a existir la opción de considerar las respuestas de los alumnos como certeras, aunque no sean las respuestas que esperábamos los maestros. Empezamos a poder ver que cada alumno y persona responde ante la vida desde el lugar y el momento en que se encuentra, con los recursos y herramientas que tiene, y a no “exigir” ni tratar de forzar el uso de herramientas que están fuera del alcance de la persona.
Mi papá le decía a mi hermano que necesitaba bajar de peso. Y es verdad. Pero, mi hermano no podía bajar de peso de maneras convencionales. Mi papá regula su peso de una manera exageradamente admirable. Él no podía entender porque los demás no podemos hacer lo mismo. Mi hermano por fin bajó de peso, con intervención de banda gástrica (o bypass, no sé). En la obra de docuficción Teatros del paisaje mi personaje dice sobre un grupo de jóvenes investigadores, “saben que los mismos medios no serán los adecuados para siempre”. Agrego que tampoco lo serán para todos.
¿A dónde iba con todo esto? Ah, sí. A que, si quiero saber cosas, leo o pregunto. Y luego me echo un clavado en un proceso que me lleva a saborear, masticar, tragar y digerir las repuestas que he encontrado para poder formular un criterio que puedo integrar. Y no, no estoy de acuerdo con todo lo que leo. Tiendo a estar más en desacuerdo que en acuerdo, o cuando menos a desconfiar de todo. Lo que sí puedo decir es que hoy día no discuto tanto.