Por Liliana Contreras Reyes
Por razón del destino, leí primero el segundo Tsunami. Regalo de mi esposo para leer durante la pandemia. Aunque anteriormente ya había mencionado este libro, hacía falta una reflexión más detallada de su contenido. Empezaré en el orden de mi lectura personal, porque las reflexiones de Tsunami 2, me llevaron al Tsunami.
Para contextualizar un poco, desde un mes antes de que se declarara el estado de contingencia en México, por COVID 19, yo ya estaba encerrada en casa. Por una situación de salud, desde el 18 de febrero del 2019 permanecí en casa. Primero, sin poder abrir los ojos, me dediqué a escuchar música o películas musicales. De otra forma, no habría visto jamás el documental “Miss Americana”, sobre Taylor Swift, que, aunque sigue sin gustarme su música, reconozco y admiro como mujer y profesionista. Amé el capítulo “Shine on” de Pink y supe que Dolly Parton en verdad cantaba y que, como muchas, había superado más obstáculos de los posibles.
Después, aún sin poder manejar o caminar sin apoyarme de la pared, me dediqué a leer. Fue un periodo de introspección y de oportunidad. Pude leer a Joumana, Svetlana y a todas las mujeres que tuvo a bien antologar Gabriela Jáuregui en Tsunami 2. Aún tengo una lista de sugerencias lectoras que salieron de este libro. Aunque no quisiera, tengo mis ensayos favoritos y, también, EL ensayo que me causó rechazo y malestar. Proyecciones, qué más.
Tsunami 2, fue una revelación, una sorpresa. He leído muchos libros de mujeres, pero éste en particular me hizo cuestionarme y reflexionar, sobre todo porque aparecen escritoras mexicanas de las que no sabía casi nada. Sí, tal vez todos sepamos de Lydia Cacho o de Brenda Navarro, pero, en lo personal, desconocía al resto.
Como bien dice Gabriela Jáuregui en el prólogo, en el libro se manifiestan de forma explícita o implícita, las posibilidades políticas, éticas y estéticas que nacen del acto colectivo de contar historias, de contar nuestra historia, como semilla y fruto de la resistencia.
Ya lo había escrito antes. Las mujeres debemos dejar de lado las formas y temas que se han escrito por años, dentro de un mundo preferentemente masculino, para encontrar nuestra propia voz. Cada una su propia voz. Y es de esta forma en que encontramos un libro “polífónico”: varias voces se unen para dar fe de la experiencia femenina. Diferentes acordes, diferentes tonos, diferentes melodías, que nos llevan un mismo mensaje: mi voz de mujer es la mano que más delante permitirá a otras tener plena libertad de expresión. En palabras de Diana de Ángel, “hacer(nos) casita”.
En aquel año de inicio de la pandemia, ocurrió el primer día sin mujeres y un amigo cercano dijo que, a pesar del impacto que tuvo en el momento, se vería opacado por la pandemia. En aquel momento, no supe qué pensar ni qué sentir. Ahora, visto desde al distancia, sé que no fue así. Si de ese evento nacieron textos como “La rebelión de las Casandras” de Marina Azahua o si de esa experiencia, agresiva por lo radical, nuestro presidente hizo rodear el palacio de gobierno para protegerse de la ola de mujeres, el resultado es evidente: un poco / mucho de atención.
Tsunami 2 se publicó en ese contexto: en el de la rebelión de las mujeres a través de las redes sociales, con el afamado #MeToo; en el de edificios históricos vandalizados por mujeres; en el periodo de confinamiento por Covid 19, que generó más situaciones de violencia para niñas, niños y mujeres; en el de “somos más los buenos” o “no es una guerra de hombres contra mujeres, sino de buenos contra malos”; en el de tener más tiempo para pensar, para escribir y para reflexionar.
El libro antologa doce ensayos. Sus autoras son Marina Azahua, Lydia Cacho, Dahlia de la Cerda, Diana de Ángel, Lía García, Valeria Luiselli, Fernanda Latani, Luna Marán, Sylvia Marcos, Ytzel Maya, Brenda Navarro, Jumko Ogata. En cada texto, las autoras nos hablan de sus experiencias personales, mediante técnicas narrativas distintas. Para no extenderme tanto, porque quisiera transcribir tantas líneas, les comparto un comentario de los más relevantes para mí.
El texto de Lydia Cacho, “Fragmentos del diario de una feminista”, conmueve por lo personal. En más de una ocasión me sentí identificada, como cuando habla de sus cuadernos que tiene apilados por ahí, del impacto que fueron teniendo en ella las experiencias y cuentos de su infancia, y sobre todo, cuando reflexiona de su labor como escritora. Una escritora madura, vuelve a la infancia para reflexionar sobre el patriarcado y sobre la lucha constante para ser dueña de sí misma y de su cuerpo; una lucha que la llevó a descubrir que todas es un poder inagotable, que la marabunta logrará el derrumbe del dolor colectivo que provoca un mundo desigual e injusto. De ahí la epígrafe:
“Escribe, pues, que algún día tus palabras serán la mano que una niña buscará para saberse viva, valiente y poderosa” (p. 58).
Lydia Cacho.
En “Feminismo sin un cuarto propio”, Dahlia de la Cerda escribe por todas las que no cuentan con un cuarto propio, para las mujeres que viven en una doble o triple subalternidad: por la economía, la educación, las oportunidades. Dahlia se cuestiona y nos hace cuestionarnos sobre la perspectiva del cuarto propio, reconfigurándolo a la realidad en la que escribimos muchas mujeres. Lo cierto es que su ensayo, en lo personal, aunque trata de dar voz a las mujeres con menos posibilidades, me parece demasiado pretencioso. Por un lado, asumo que vengo desde abajo, que hablo por las que no tienen nada, pero, por el otro, bombardeo de teorías que, más que ser explicativas para el lector, parecen ser una justificación para convertirse en escritora o, de algún modo, sacar el resentimiento acumulado por años. Sabrán que éste fue mi menos favorito.
Desde que leí el título del ensayo de Diana del Ángel, me fui a buscarla en redes. ¿Quién no ha “hecho casita” para que una de sus amigas se cambie de ropa, haga del baño en medio del monte o se limpie las lágrimas? En “Hacer(nos) casita”, la autora recapitula sus experiencias dentro del movimiento feminista y resalta su experiencia como mujer sutilmente violentada y sutilmente violentadora de otras. Su ensayo me caló hondo por lo honesto. Muchas veces somos las mujeres quienes discriminamos, violentamos o agredimos a otras mujeres, de quienes no conocemos nada. Juzgamos por lo que vemos en la superficie y usamos frases de doble vínculo que causan más daño que una confrontación directa: “yo no soy como las demás”, me recordó al común uso de “la gente…fresa, rica, pobre, acomodada, floja” y un largo etcétera. Hoy lo entiendo un poco mejor. Las mujeres carecemos de modelos femeninos positivos y nos han llenado de la cabeza de modelos masculinos. Es tiempo de cambiar.
Lía García o La novia sirena es una escritora trans. Su ensayo destaca de entre el resto porque incluye las notas y dibujos al margen que cualquiera de nosotras pondría. En su ensayo “A mares sobreviviremos: metáforas del amor trans”, hace una larga reflexión acerca de la transformación y de la violencia de que son víctimas las mujeres trans, acerca de disidencia, de la incansable búsqueda de derechos, de reconocimiento identitario, de la posibilidad de acceder a servicio médico, del cambio de cultura que implica erradicar al misoginia, la homofobia, el machismo, el racismo. Para alcanzar una comprensión plena de su labor, Lía se ha relacionado de forma cercana con la masculinidad, tratando de comprender en dónde habitan esos prejuicios y, a través de su metáfora de sirena, establecer un puente de comunicación y comprensión hacia el otro.
Creo que una marabunta de mujeres es la respuesta. No nacemos mujeres, nos convertimos en una, dijo Simone de Beauvoir. Ya lo dije y lo repito: nos convertimos en mujeres en compañía. Démonos una mano.