Por Liliana Contreras Reyes
La mujer ha sido motivo de fábulas y mitos a lo largo de la Historia en diferentes culturas, cuya recurrencia refleja que la dualidad característica de la Diosa Madre es generalizada en tiempo y ubicación geográfica. No ha sido el hombre el único que ha establecido las líneas que limitan a la mujer, sino ambos sexos. La han elevado a la altura de las deidades y, con ello, logran su inmovilización. La han lanzado al piso de las “putas” y, con ello, logran su inmovilización.
El mito depende de una convención y la mujer puede romper con esta figura. Sí, el camino no es fácil. Para lograrlo, necesita ser infiel a su sexo, no solo ser fiel a sí misma. Es cierto que en la medida que una mujer se elige a sí misma sobre los estereotipos, permite al resto de mujeres hacer lo mismo: ser sí mismas (valga la expresión).
Los aspectos prácticos que más obstaculizan su desarrollo son la dependencia a los demás (económica y psicológica), que no le permite tomar decisiones acerca de su propia vida; optar por una postura enajenada (como belleza o abnegación); y, principalmente, la interiorización irreflexiva de los cánones socioculturales.
La mujer tiene desventajas si la comparamos con el hombre, pero también si la comparamos con mujeres de un nivel socioeconómico distinto. Con esto no quiero decir que entre mayor escala social haya una mayor emancipación. Lo que quiero decir es que, entre mayores posibilidades económicas, mayor acceso a la educación, mayor autonomía económica e intelectual y, por ende, mayor grado de emancipación. Ojo: son probabilidades.
Cuando escucho la frase: “el que quiere, puede”, me cuestiono mucho, ya que, en mi trabajo, conozco niños y niñas que, por situaciones médicas, alimenticias, sociales o familiares no desarrollan sus habilidades cognitivas de forma regular y eso impacta en su capacidad intelectual, aspiraciones, autoestima y más. En casos como éstos, no siempre pueden – quieren – saben, porque si su entorno no las estimula o las impulsa, no se dan cuenta de las posibilidades que hay a su alrededor. Hablo de una barrera que les impide desarrollar las habilidades potenciales con que cuentan.
En las diferentes épocas y culturas, algunas mujeres han sobresalido a costa de un gran esfuerzo, dedicación e, incluso, soledad y sufrimiento. Podemos concluir que, si algunas mujeres han logrado romper con los estereotipos impuestos socialmente, es posible que el resto también lo logre.
La toma de conciencia por parte de la mujer es imprescindible para alcanzar un desarrollo sociocultural mayor y para establecer lazos con el resto de mujeres. No se puede hablar de una situación injusta para la mujer, si ella misma no se esfuerza por modificarla. Para ello, la mujer necesita preparación, conocimiento, voluntad.
La crítica ejercida sobre las producciones artísticas actuales debe modificar sus criterios de valoración, no solo para incluir a las producciones de mujeres, sino a todas las creaciones que surgen desde la subalternidad. Esto permitirá distinguir que “la feminidad no es propiedad exclusivamente de la mujer” y que no todo lo femenino es feminista.
El análisis de textos literarios refleja la reelaboración del mito a través de la fábula. Se puede interpretar una postura del escritor o una postura social hacia los personajes representados. La mujer no acepta su realidad y, en ocasiones, confunde las acciones masculinas con misoginia. Tendremos que discriminar cuándo se trata de una u otra postura.
Quiero dejar claro que no pretendo que por ser mujer se me valore con menor rigor o exigencia que a los hombres. Lo que quiero decir es que debemos aprender a valorar cada postura con criterios más objetivos que no sean solo los masculinos o hegemónicos. Vale más el dar espacio a nuestros pensamientos o ideas, aunque no concuerden con la mayoría, que escribir o hablar de los temas o con las técnicas en boga. Vale más la creatividad, la originalidad, la innovación, que la aceptación sin análisis, la repetición o la copia.
Análisis de los textos escritos por hombres y mujeres.
Las entradas anteriores, tituladas “La mujer fabulada. El agresor daña a uno de los miembros de la familia: la mujer” y “La mujer fabulada. La realización del trabajo literario”, incluyen el análisis de textos literarios en los cuales, escritores y escritoras fabulan a la mujer. De acuerdo con el análisis hecho, llegamos a lo siguiente:
En las diez producciones revisadas, se vislumbran atributos adjudicados a la mujer como fidelidad, abnegación, tentación, volubilidad, belleza, lentitud, entre otras. Las diferencias principales entre las producciones de hombres y mujeres son: 1) la mayoría de los textos escritos por hombres solo fabulan a la mujer, mientras que en los escritos por mujeres solamente una fabula al hombre; 2) ninguno de los personajes femeninos incluidos en los textos escritos por hombres cuenta con nombre propio, identificándolos con el elemento fabulador (ola, templo, sirena, elefanta, boa). Dos textos escritos por mujeres dan nombre propio a la protagonista y en dos más se habla en primera persona. Esto no ocurre en ninguno de los textos de escritores; y, 3) en los textos escritos por hombres se percibe el elemento “negativo” de la madre (deidad, seductora, inexistente y aprehensiva), cosa que no ocurre en el resto. En 5 suspiro…, único texto escrito en el siglo XXI, escrito por Maritza M. Buendía, se habla del maltrato físico.
La Literatura Femenina se ve afectada por los fenómenos actuales mencionados en la entrada “La mujer fabulada. Oídos sordos ante la prohibición”, de la misma manera que las producciones de otras áreas del arte. Los ejemplos de escritoras revelan la posibilidad de producir “cultura”, saliéndose de la clasificación de Literatura light, siempre y cuando la autora haga uso de técnicas, temas, personajes, tramas y otras herramientas, con las cuales aspire a la calidad literaria. En los casos de Elena Garro y Josefina Vicens vemos adelantos significativos: el realismo mágico y la literatura metaficcional y autorreferencial, respectivamente.
Las escritoras no son ajenas a la realidad histórica del país ni se limitan a escribir sobre ámbitos personales o domésticos, sino que han planteado temáticas diversas: desde la Nueva Novela Histórica, el género fantástico, la inclusión de protagonistas masculinos, los productos híbridos o multidisciplinares, entre otros. La presencia de subjetividad femenina es demeritada por la crítica, cuando encontramos textos de calidad por los recursos literarios que aplican. Este es el caso del cuento “Lección de cocina”, de Rosario Castellanos, en donde aplica magistralmente la técnica conocida como “discurrir de conciencia”.
Las escritoras actuales no siempre combinan su labor literaria con las labores propias del hogar, sino que lo hacen también con actividades profesionales paralelas como el periodismo, la docencia, la investigación, la edición o la política. Este aspecto es común para ambos sexos, ya que el trabajo literario no siempre da una remuneración económica suficiente para pagar las cuentas.
En Acechando al unicornio, Brianda Domecq (1988) analiza la la evolución moral y la regulación sexual en la sociedad mexicana, haciendo una indagación acerca de un problema humano inmemorial: el sexo. La mujer está enfrentando en la sociedad actual la posibilidad y, por lo tanto, el reto, de definirse a sí misma tanto biológica como socialmente (p. 39).
Ser escritor es una profesión que permite la expresión del ser. Por medio de la escritura, la mujer puede dar cuenta de esta evolución que abarca tanto lo sexual, como lo intelectual, cultural y social. Es una forma de definirse y de dejar huella del proceso que le permitió hacerlo.
¿Cómo podemos colmar la carencia? ¿Cómo podemos reparar la fechoría?
La respuesta se da en la educación. Apostando por la educación de la mujer. Reitero que no es la institucionalización o el logro de grados académicos quienes dotan de mayores libertades. Son el desarrollo interno de la inteligencia, la moral, el diálogo, el ejercicio de la libertad y la responsabilidad subyacente, quienes nos llevarán a una modificación de las costumbres, los mitos y las normas que por tanto tiempo nos han mantenido al margen.
FUENTES DE INFORMACIÓN
Buendía, Maritza M., “Yo, sirena”, Dosfilos, Número 101, México, septiembre-octubre de 2007, pp. 27-29.
Domecq, Brianda (1988). Acechando al unicornio. La virginidad en la Literatura Mexicana. México: Fondo de Cultura Económica.