Por Dona Wiseman
“Y vuelve a salir el sol y te das cuenta de que ya sanó, que ya vuelves a ser la misma, que todo pasó y que puedes volver a brillar.”
“Vas a brillar, tal vez no ahora, pero un día te levantarás y nada podrá apagarte.”
“Me apagué cabrón, pero no hay pedo, volveré a brillar, lo prometo.”
“Lánzame a los lobos y volveré lidereando la manada.”
“Ya m’ija, van como 20 veces que te apagas y vuelves a brillar. Lánzate con un eléctrico a ver si no traes corto.”
¿Y? No soy muy afecta a las frases motivacionales, pero la vida está hecha de ciclos de caos y orden y así se siente un tanto. Llego a la cima de la montaña que estaba escalando, a gatas probablemente, y me paro, levanto la cabeza para ver el panorama de mi éxito, y ¿qué veo? ¡Otra chingada montaña! Por supuesto. Entonces a mí no me vengas a decir que mis apagones y mi manera de resurgir tienen algo de defectuoso, porque no es así. Ciertamente hay personas que le hacen mucho alarde al proceso. Está bien. Cada una tiene su camino para llegar a la cima, y luego de bajar esa montaña (yo bajo de costalazo) para comenzar a subir la que sigue.
Hay algo que sí me disgusta de la última frase de la lista de frases con que inicié esta columna. La escribió alguien que ha decidido menospreciar la manera en que otra persona (una mujer) vive sus procesos. Sugiere que la mujer está descompuesta, que algo no le funciona bien. Pues, así es, a veces hay algo que no nos está funcionando bien. La vista, el discernimiento, el juicio, la lógica, los impulsos, la intuición, los instintos, las emociones, hasta la suerte. También es verdad que en ratos agobiamos a la familia y a los amigos, y hasta a nuestro terapeuta, con la misma historia, las quejas, el reporte repetido que indica que estamos atoradas en un tema. Y sí, ¡estamos atoradas! Nos hemos quedado pegadas en la desilusión amorosa, en las dificultades económicas, en la soledad, en el duelo por una pérdida, en la ansiedad, en el miedo, en una promesa rota, en una enfermedad y sus secuelas, en las expectativas no cumplidas, en la manera en que nos comparamos con otras. Y está bien no encontrar la salida en ratos. De hecho, mantenernos dentro de la experiencia para conocernos más, para saber cómo digerimos lo que nos sucede, para observar si estamos reaccionando de una manera que hemos reaccionado muchas veces antes en la vida, es un buen trabajo terapéutico y de autoconocimiento. Tal vez por fin podremos ponerle fin a, “La gente siempre me trata de esta manera”, para darnos cuenta de que somos nosotras las que reaccionamos de una manera específica ante estímulos similares.
Mi sugerencia es que sigamos apagándonos y volviendo a brillar, pero que busquemos distintos escenarios. Si siempre son desilusiones amorosas que me ponen en esta situación, tal vez puedo analizar qué me lleva a esos espacios, resolver algún asunto mío, y apagarme de otra manera a la próxima. O sea, si siempre me atoro donde mismo, tal vez es hora de resolver eso y crecer. Ese crecimiento me llevará a atorarme en algo distinto, y eso me dará opción de crecer en otra área de la vida. ¿Se capta?