Por Mónica Sosa
Está de más decir que eres el piloto de tu propia vida, pero en algunas situaciones también es necesario ser copiloto, y creo que no tenía muy claro lo duro que es exigirme ser piloto todos los días.
El punto es: hay que tomar la dirección de tu vida porque al final somos todo lo que tenemos y en mi caso particular las decisiones también benefician o afectan a mi hija, pero ¿qué hay del otro lado?
Por mucho tiempo ser el piloto no me dejaba ver que en el otro asiento también hay comodidad y la vista es diferente.
No necesitas llevar el control siempre, y el viaje también se puede disfrutar pidiendo y recibiendo.
En estos días, me dispuse como lo llamo a “Cuando sueltas, fluyes” otro de mis mantras, y el que más me cuesta poner en práctica.
Primero llegó en forma de historia, y si me faltó algo una disculpa fue en una plática nocturna: “Si no aceptas lo que la vida te está regalando, la vida se cansa y se da la vuelta”.
Mi coraza se bajó un poco, intenté fluir y llegó eso que se dice “regalos de la vida”.
Unos en forma de mi vino favorito, en un hermoso vestidito negro, un suéter, unas hojas de maple que volaron 2600 kilómetros para convertirse en mi separador de libros favorito, en una deliciosa lasagna que me salvó de cocinar, en el capuchino de esos que saben a confort, en caramelos sin motivo, una gift card de Amazon (¡Vida si quiero más de esto!)
Pero realmente, ¿Cuántas veces has parado y dejado fluir?
¿Cuántas veces has contado los pequeños logros que pasan en tu día?
Estoy segura que quiero más de eso, pero también se que no es solo la vida regalando, es también, regresando algo o mucho más de lo que tú das.
Hoy mi deseo es permitirme ser copiloto más veces, no tener el volante siempre, pero desde un lugar seguro.
Y pues bueno, si la vida les da limones, sacamos el tequila y la sal. ¡A disfrutar!