Por Dona Wiseman
A veces morimos sin morir, cuando menos no físicamente. Pasan cosas que nos desaniman y nos arrebatan la energía y el brillo. Se siente. Andamos lentas. Nos sentimos pesadas. Nuestros ojos no ven los colores con el mismo brillo. La comida que en algún momento nos tentaba, ya no nos provoca. La ropa que nos encantaba comienza a fastidiarnos. El trabajo se vuelve monótono, junto con la vida en general. Un desfile de acontecimientos, uno tan gris como el anterior y él que sigue. La pregunta ¿Qué quieres? retumba en nuestro interior, haciendo eco en rincones vacíos.
Ya no soy la que era. Es un lamento escuchado con frecuencia, al cual respondo, ¡qué bien! Qué bien que mi color favorito cambió, que mi sopa favorita ahora es fideo y no arroz, que prefiero el café ahora sin leche, que duermo una hora más temprano, pero me levanto a la misma hora de siempre, que he descubierto que necesito aire y sol, y que sigo necesitando mañanas calladas y privadas.
Creo que ser la misma de siempre sería terrible. El flujo de vida nos lleva por naturaleza al cambio. Entramos en caos y volvemos al orden. Crecemos, cambiamos físicamente, aprendemos. Por definición, el aprendizaje no se efectúa sin un cambio en conducta. Si nada ha cambiado en mí, no puedo decir que haya aprendido. Sí, lo sé, pero no lo he podido llevar a la acción. No has aprendido aún.
La vida no es estática. Siempre he sido así, así seré siempre. Tal vez habrá que reconsiderar. La vida se mueve, cambia, se ajusta, se adapta. Es un tanto como el agua que busca su cauce, y lo encuentra. Si no me muevo, tendría que contemplar si en realidad estoy viva. ¿Será que algo parecido a La Nada de La historia sin fin se ha apoderado de mí y que he perdido el concepto de vida? Será que me estoy haciendo la pregunta fatal, ¿ya para qué?
Volver a la vida implica permitirme ver y reconocer lo que hoy se mueve en mí. No es igual que ayer, ni que todos los demás ayeres. Es preguntarme qué hay en mi vida que no me satisface y averiguar cuáles son mis necesidades y gustos de hoy. No es un proceso fácil, lo advierto. Algunos, tal vez muchos, cambios, aún los que parecen simples, requieren de mucho valor. Se necesita un proceso de autoconciencia, autoobservación, autoconocimiento, de propuestas y experimentos.
Los cambios de vida no siempre son mayores, a veces son pedacitos, cosas que parecen hasta insignificantes, pero que pueden llevar a que el cauce del flujo de vida tome de nuevo su fuerza. Y en los cambios que hacemos, sabremos que hemos crecido y aprendido.