Por Angélica Rodriguez
Renuncié a mi trabajo para perseguir mis sueños. Este sería el título motivacional que podría elegir para este texto, no sería mentira, ya que sí renuncié y sí voy a perseguir mis sueños, pero no es realista.
Es común cambiar de trabajo a lo largo de tu vida; ya sea por tu elección para buscar mejores ofertas y crecimiento profesional o porque la empresa decidió terminar la relación laboral. Pero qué pasa cuando elijes por voluntad propia irte para ya no volver a ser empleado… ¿Qué se siente renunciar a un trabajo después de varios años? Sin horarios, sin permanecer de 8 a 10 horas al día en una oficina, sin llevar el tupper con su respectivo lonche para la hora de la comida, sin jefes, sin reportes o tareas que cumplir, sin vivir en la rutina, sin… ¿preocupaciones?
Renunciar a un trabajo para muchas personas es un lujo (uno que no todos pueden darse), dejar de percibir un sueldo requiere de mucha valentía y no es una decisión que se tome a la ligera. Es curioso que todo eso a lo que renunciamos al dejar un trabajo es lo que más rápido extrañamos. Por ejemplo no tener horarios y rutinas te puede traer mucha más preocupación que tenerlos, el depender solo de ti y saber que las decisiones son tuyas y a la vez tú mismo puedes perjudicarte con ellas es motivo de estrés.
Tenemos la hermosa ilusión de que todo va a fluir y se va a dar una vez que seamos “libres” para buscar esos sueños, pero no es algo que llega simplemente y la mayoría de las veces no es algo fácil de conseguir. Todos hemos estado cerca de alguna historia de éxito sobre alguien que renunció a su trabajo para convertirse en; dueño de un negocio, empresario, cantante, modelo, influencer… etcétera, etcétera. Nuevamente la historia no es falsa pero que lejos está de la realidad el decir que si renuncias, vas a llegar ahí como por arte de magia.
Creo que lo malo de todo esto es que caemos en romantizar aquello que es difícil de conseguir o que no todos logran. Ya que estas historias de éxito en su mayoría se cuentan como un: “lo dejé todo y hoy estoy aquí arriba”, pero ¿qué paso en medio de esos dos momentos?, realmente ¿cómo se logra?, ¿qué pasa con quienes no llegan al sueño o meta de obtener ese reconocimiento que tanto se anhela?
Las dificultades y las historias de fracaso existen, solamente que se ven eclipsadas por las historias “bonitas”. Tal vez lo que hace falta es difusión o que más personas se unan y lo quieran compartir. Por ejemplo hay un movimiento llamado “Fuck up nights” que se encarga de hacer eventos al rededor del mundo e invitan a personas a que cuenten únicamente sus fracasos. Este movimiento tiene más de diez años, la pregunta es ¿lo habías escuchado?
Una de mis historias de fracasos favorita la encontré en el libro “Nunca pares” la autobiografía de Phil Knight fundador de Nike. Leerlo fue una absoluta sorpresa porque ya todos sabemos el final de la historia ¿no?, con solo pensar en la marca Nike en el presente sabemos cómo va. Esperaba que este libro fuese uno con consejos sobre negocios, con todos los secretos del fundador de una gran marca para llegar hasta donde está y no fue así. Durante todo el relato Phil cuenta como era rechazado por inversionistas, tiendas y proveedores. La mayor parte del tiempo tuvo deudas debido a los préstamos que solicitaba para financiar sus operaciones y además de deberlas, siempre le costó pagarlas. El sentimiento al finalizar el libro fue de alivio y al mismo tiempo motivación.
Cuando alguien comparte su historia genuina de lo difícil que ha sido llegar hasta donde está, lo que deja en quien recibe este mensaje es: inspiración. Es común que se busque motivar con las ya trilladas frases de: ¡si yo puedo hacerlo tú también puedes!… pero esto ¿realmente nos está ayudando o perjudicando? El positivismo puede llegar a ser tóxico y encontrar por todos lados cientos de historias de personas que son exitosas porque dejaron un trabajo y apostaron por sus sueños, nos pone la vara muy alta y llega a ser abrumador. En ocasiones es una presión de cumplir con eso que se espera, pero al final ¿quién lo espera?
Tal vez tenemos la percepción de que los errores o fallas deben de ser ocultados, que nadie se entere que no te fue bien, incluso miente al respecto si es necesario. Pero ¿no te parece que sería reconfortante que de vez en vez para variar nos encontráramos con historias de los fracasos y dificultades de alguien más?
Saber que hay personas que ya están en la cima me anima, pero sentir que no estoy sola, me impulsa. Renunciar a un trabajo o buscar tus sueños es como vivir en una montaña rusa de emociones. La adrenalina es lo que te impulsa a hacerlo, la curiosidad de qué es lo que va a pasar y todo lo nuevo que vas a vivir, a la par los nervios y el miedo que a veces se presenta como pánico.
Si estás pasando por esta situación que sepas que no eres la única persona, yo también siento: ansiedad por no tener certeza de lo que sigue, miedo a no contar con los recursos económicos que requiero para costear mi vida, en ocasiones culpa por no despertarme temprano o no tener un día suficientemente productivo.
El tener la oportunidad de renunciar es un privilegio, pero más que eso es un acto de valentía. Si tuviste la oportunidad y el valor de hacerlo, sea cual sea tu sueño ¡nunca pares!