Por Daniella Monárez
Sé como el agua que fluye, la que se desliza entre colinas, piedras y desviaciones. Sé como esa que no la detiene nada y sólo se deja llevar trayendo consigo vida, paz, pureza, bendición.
Sé como el agua que no tiene prisa, no sabe de tiempos, normas ni procedimientos, sé como ella, tan transparente, tan esencial. Sé como el agua sin olor sin ataduras, sin presunciones ni verdades a medias. Sé como ella sin sabor, al natural, sabrosa sin compañía y a la vez buena compañera de todo. No conoce de dolores, de recuerdos ni de pasados. No piensa de más, se deja llevar, ella solo fluye agradeciendo cada momento del camino, si quiere se arrebata pero no se detiene. Se transforma en su contenedor pero no se mantiene entre dedos. Llega a ser impulsiva, devastadora, impredecible pero siempre imprescindible. Sé como ella, que es humana y divina a la vez, embellece la vida, se da por completo, no filtra memorias, no guarda rencores. Ella solo fluye, sólo se deja llevar.
No especula acerca del final del camino porque sabe que siempre habrá más, y ese más no le concierne a ella.
Sé como el agua que fluye, que se adapta, aguamiel, aguasangre, agua bendita, agua de limón, aguarrás, agua salada, agua dulce, aguardiente, aguachile. Sé como ella que toma la oportunidad y la hace suya, la transforma, no se fija de los demás, no analiza, se deja inspirar.
Fluye como el agua, sin forma, sin palabras, sin arrepentimientos, indiferente a lo ajeno. Sé como ella que refleja luz, no se quiebra ni se rompe, vive en todos y vive el hoy, porque hoy decide estar aquí, mañana, mañana quizá sea vapor. NES