Por Cynthia Salas
Hay un tema del que quería hablar desde hace tiempo, he batallado un poco para lograr escribir sobre ello ya que entiendo podría prestarse a malinterpretaciones, pero también creo que es algo de lo que nadie está hablando.
Antes de seguir, me gustaría aclarar que no tengo estudios de psicología, solo soy una persona que dedica mucho tiempo a la observación y al trabajo interno. Cualquier cosa que pueda compartir ha sido por experiencia propia, lo que he observado y ha funcionado para mi. Mi intención aquí no es minimizar ningún caso, si no ver otra posible solución para quien funcione.
Y es que cada vez más y más podemos ver casos de depresión a nuestro alrededor, seres queridos, sin importar la edad, la posición social, el género, etc.
Hay casos fuertísimos de depresión y para ellos no me siento capacitada para hablar, pero también hay una depresión generalizada en muchas muchas personas.
Una depresión digamos “leve”. No les imposibilita seguir con su vida, pero sí vivirla al máximo, sí una depresión que les drena de energía, les adormece y les hace seguir la vida en automático, sin dirección, ni empuje, ni intención.
Cada vez es menos común escuchar a alguien hablar de sus sueños, verle los ojos brillar al hablar de un tema apasionante, notarle decidido hacia algo. Y no, no es la edad, sucede hoy en día también en jóvenes y adolescentes.
Por otro lado hay una invasión en redes y publicidad sobre el amor propio, sobre ponerte primero a ti, pensar en ti, cancelar planes si no quieres ir, decir que no si no sientes que quieras hacer algo, quedarte en casa, acompañarte de tu mascota y nada más. Y claro, esto suena delicioso y muchas veces es increíblemente necesario.
Pero ¿por qué no está funcionando?
Estamos caminando lentamente hacia la soledad, volviéndonos cada día más y más egoístas, cada vez más centrados en nuestro propio mundo y nuestros problemas, evitando el contacto físico, el contacto visual y las relaciones a cualquier nivel.
Me preocupa cómo las redes sociales, la información que vemos todos los días, nos persuade tan suavemente y nos lleva de la mano, sutilmente a normalizar tantas nuevas situaciones como por ejemplo el egoísmo. Y como escribí al principio, todo lo que pueda compartir lo digo por experiencia propia.
Una vez, un maestro de vida que tuve, de esos que pasan por un leve momento por tu vida, me dijo: “Tienes que empezar a vivir para los demás”. Me lo dijo al verme caminando en automático, sin dirección, levemente deprimida. Entendí lo que quería decirme hasta algunos años después.
Lo que yo necesitaba era salirme de mi cabeza, de mis problemas y voltear a ver a los demás, algo que te recomiendo si estás pasando por una leve depresión o mejor dicho un momento de desánimo.
Mantén tus amistades, cuídalas, riégalas, es común que las perdemos por nuestro egoísmo y por pensar que siempre van a estar ahí, tú círculo puede ser tan grande o tan pequeño como tú quieras, pero dedica algunos días a escucharlas, entenderlas, simplemente acompañarlas. Ayuda a tu familia, cocina para ellos, llévalos a algún paseo, hazles algunos favores de vez en cuando, ayuda con alguna tarea de otro hogar que no sea el tuyo. Entiende a tu pareja, apóyalo en algún plan, sueño o hobbie nuevo que tenga.
No me preguntes cómo, pero poner nuestra atención en los demás, hace que la depresión y ansiedad disminuyan, salir un momento de nuestro mundo nos hace ampliar el horizonte, ver el paisaje más claro.
Y por supuesto, busca ayuda profesional si estás en un momento de profunda tristeza, todos necesitamos comenzar a entender nuestra mente y emociones, estamos en el mejor momento para hacerlo, la información está a nuestro alcance, la terapia es una forma de amor propio. Ámate, respétate, cuídate, date tu tiempo y tus momentos a solas de vez en cuando, establece límites sanos, pero no te olvides de los demás, te prometo, la fórmula es mágica.