Por Jacinta Monteverde
8 años desde que el diagnóstico de mi hija nos cambió la vida. Tenía solo 3 años, era una niña saludable que vivía sus días bailando y corriendo. Una etapa de piñatas y disfraces sin cuidados especiales hasta que, un buen día sin razón ni precedentes, su cuerpo atacó sus propias células dejándola sin poder producir insulina.
Todos necesitamos insulina para vivir así que los últimos 8 años ha tenido que inyectarla cada vez que come algo, o que su cuerpo crece, o que sus emociones cambian. Hemos tenido muchos retos desde que esto comenzó, muchas reflexiones e investigación acerca de cómo nuestro cuerpo procesa lo que comemos. Sin embargo, uno de los retos más difíciles con los que nos toca lidiar cada año es definitivamente la temporada de Halloween.
Llenas de mucha emoción en la cultura occidental al tener la oportunidad de disfrazarnos, pero también lleno de mucha azúcar. Los últimos 8 años me he preguntado: ¿Por qué? ¿Por qué aferrarnos a esta cultura de regalar dulces? ¿Por qué dar algo tan tóxico y dañino para nuestros hijos bajo la justificación de “ay solo son unos dulces“, “no les va a pasar nada si comen por un día“. Cuando la realidad es que no comen solo por un día sino por los siguientes meses en los que seguimos viendo todavía restos de esos dulces en la casa.
Sé que esta tradición viene de tiempo atrás, pero es momento de preguntarnos si queremos continuar con esto. Pienso no solo en mi hija sino en los dientes y páncreas de todos los niños, y bueno en mi caso cada octubre llega con una ola de tentaciones que para mi hija, quien tiene el consumo limitado de azúcar se convierte en una pesadilla. Desde los 3 años he tratado de explicarle que es una niña normal solo que debe tener cuidados diferentes. Pero es difícil por ejemplo hacerle entender que debe tener la voluntad de rechazar muchas veces algunas comidas, o poder explicarle que solo puede comer uno o dos dulces cuando los niños a su alrededor se comen 5 o 6.
Claro que emocionalmente este tipo de hechos le ha afectado de tal manera que ha llegado a cuestionar su condición. Es un reto día a día el caminar con ella hacia la aceptación de su situación, para la cual, hasta la fecha, no existe cura alguna.
Si hiciéramos un poco de conciencia y propusiéramos maneras más creativas de llevar a cabo estas festividades estoy segura que no solo ella sino muchos niños se verían beneficiados. No quiero decir que los niños jamás en la vida deberían de comer dulces, es algo cultural y delicioso que pueden probar de vez en cuando, pero es el exceso que observo lo que me provoca tal aberración.
En un principio no sabía cómo manejar estas fechas con su reciente diagnóstico, en mi mente quería prohibirle salir a pedir Halloween, o comer dulces, pero sabía que no era la solución. Opte por dejarla comer algunos cuantos aunque me arrepentía después al ver que sus niveles de azúcar subían mucho. También le proponía cambiar sus dulces por algún premio lo cual funcionó algunos años hasta que ella misma ya no quería salir a pedir dulces. En una ocasión, un 31 de octubre pensando en una opción más saludable, decidí dar mandarinas a los niños que tocaran a mi puerta. Al principio me veían con expresión de curiosidad, escepticismo e incluso desagrado pero tenía que ser congruente con lo que quería demostrarle a mi hija. Al cabo de un rato varios niños regresaron a pedirme más y los veía felices comiendo su fruta, con lo cual me pregunto: ¿no será que nos falta a los padres y adultos ser más creativos y propositivos en estas fechas para reducir el consumo de azúcar? ¿Pensar en hacer un cambio en esta dinámica que rodea la tradición? Desde mandar borradores o lápices al colegio en lugar de dulces sería un buen paso.
En fin, solo dejo esta reflexión a raíz de lo que me ha tocado vivir, con la esperanza de hacer conciencia y empatía sobre este tema y deseando en el fondo que prefiero recibir una travesura a dar dulces este Halloween, sabiendo que en el fondo su cuerpo me lo agradecerá.
(Para más información leer sobre diabetes tipo 1 y la diferencia con diabetes tipo 2).