Por Brisa Alcázar
Si pudiera regresar el tiempo en el que mis niñas eran más pequeñas, ya que ahora son de 5 y 6 años, aprovecharía sin duda mucho más el jugar al té, montarlas sobre mí, dormir juntas, leerles miles de cuentos más. Pero hace algunos años me mantuve ocupada trabajando para auxiliar a mis pacientes, entre tratamientos, terapias, procedimientos, para algunos era solo dar palabras de aliento, pues en muchos casos no había más que hacer.
A medida que la pandemia de Covid 19 comenzó, tuve que decidirme entre emprender una misión y estar en casa con mis hijas. Mientras mi pensamiento y mi corazón se quedaban con mis hijas, mi cuerpo y mi mente me llevaron como una combatiente más. Me conducía como un robot desprendiéndome del mundo exterior y enfocándome en mi trabajo. Con lágrimas en los ojos dejé a mis pequeñas princesas, para adentrarme en las más profundas tinieblas de lo que se vivió dentro de las áreas confinadas de varios hospitales que me dejaron historias con muchos recuerdos.
Una de ellas la de Lucia, una hermosa jovencita que recién tuvo a su bebé mediante una cesárea, y a quien se confinó después de su procedimiento por comenzar con una fuerte dificultad respiratoria, para su suerte: Covid19 positivo. Lucia no aceptó la intubación endotraqueal y con lágrimas de desesperación pedía que no la dejáramos ir, pues no quería contagiar a su nuevo bebé. Después de varias semanas internada, me convertí en algo así como amiga y mensajera entre ella y su familia. Ella solo quería conocer a su bebé. Me dolía su situación pues yo tenía dos niñas con quienes no podía estar y ella aun no podía conocer a su bebé. Era anti ético dejarla levantarse de esa cama, pues sabíamos que no llegaría caminando, ni en una silla de ruedas a la salida de ese nosocomio. Antes de eso, se derrumbaría por completo por la falta de oxígeno. Hasta que llegó la triste noticia que darle a su familia, Luci jamás conoció a su bebé.
Otras muchas historias hermosas como la de Heriberto, casualmente Heriberto también estaba por tener un bebé. Su esposa afuera embarazada y a punto del alumbramiento, y Heriberto estaba inconsciente, sedado, por la fuerte inflamación de sus pulmones. Para su suerte, se llegó el día en que mejoraba y se logró retirar la intubación y probar por sí solo sus pulmones de nuevo. En ese tiempo escribía cartas para su esposa y ella para él, yo entregaba la correspondencia, otras veces lográbamos videollamadas pero… cuál fue nuestra sorpresa, que las cosas no pintarían tan fácil para Heriberto. Requirió una nueva intubación endotraqueal, otro momento de estar inconsciente, mientras yo tuve que ir a darle la noticia a su esposa: Ya no habrá más cartas que te mandará Heriberto, esto por un tiempo, le dije a Mariana su esposa, al mismo tiempo que le daba los informes médicos. Entre la conglomeración de gente que se formaba para saber algo de sus familiares (de los demás pacientes), los cuales daba con voz fuerte seria y tranquila. Aunque ellos nunca vieron mis lágrimas detrás de los goles o del equipo de protección, ella muy triste pero con una fe sorprendente aceptaba la noticia. Después de un tiempo que pareció eterno, Heriberto nuevamente mejoró y luego de más de un mes internado se logró la extubación. Recuperó la conciencia justo cuando su bebé estaba por nacer y retomando poco a poco su recuperación completa. Luego de unos meses se fue de alta con su hermosa familia y ahora tiene un pequeño de 4 años con quien disfruta la vida.
En ese entonces yo cada vez me llenaba de más historias tristes, bonitas o sorprendentes. Me sentí al borde del colapso, o incluso unas veces colapsada. Mis bebés ya no estaban siendo bebés y yo vivía en otro mundo, lejos de lo hermoso que pudiera ser la maternidad. Y esto lo escribo con un nudo en la garganta, a veces pienso que si tuviera otro bebé, lo disfrutaría como no disfruté antes.
Hace unos meses después de que la pandemia llegó a su fin y después de que el burnout pasó. Después de que las ideas se consolidaban de nuevo a ser una persona un poco más normal pensé y dije -¿Hace cuanto que no soy mamá, Quiero ser la mamá de esas hermosas niñas, tengo pocos meses que en verdad siento el espíritu de la maternidad.
Habremos personas que nos toca trabajar humanamente por la mejoría de los demás y eso a veces implica dejar a nuestras familias y dejarnos a nosotros mismos porque ya hicimos un juramento y que con la mayor calidez humana iremos y atenderemos de nuevo en una guerra.
Quiero dales este punto de vista: la solución no es abandonarnos como seres humanos fuertes. Nunca es tarde para amar y amar con fuerza. Nunca es tarde para acomodar nuestras ideas buscar un equilibrio entre el trabajo y la familia. Encontrar de nuevo ese camino que dejamos y aunque nuestra vida ha sido difícil o sufrimos y nos ahogamos en un mundo de tristeza, de ahí saldrá la fuerza para no estancarnos. Recordar que esos seres hermosos nos esperan con su mejor sonrisa.
A mis bellas niñas quiero decirles que han crecido tanto y son maravillosas, ahora quiero disfrutar cada minuto de sus sonrisas, contemplar sus ojos, verlas jugar, no despegarme de ustedes, mi corazón y mi pensamiento son de ustedes.
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Excelente tu trabajo, me gustó mucho tu enfoque, por qué ser mamá y médico es algo muy difícil, mucho éxito Dra y amiga tqm