Me uno completamente al clan de brujas gritonas que escuchan, reclaman y no se acobardan ante lo que nos duele, sólo queremos libertad y con ello respeto a nuestras vidas.
Por Ana Carrera
“…Derecho opus dei, libro fascista
Golpista disfrazado de un indulto elitista
Cae la gota, cae la bolsa
La toma se toma, la máquina rota
La calle no calla, la calle se raya
La calle no calla debate que estalla…”
-Shock, Ana Tijoux
El silencio que lo ocupa todo durante tanto tiempo, sangra sin mesura una vez que se despierta. Sangra y deja rastro, incomoda, perturba y complica a quienes han otorgado al silencio un gran valor como muestra de sumisión y gran virtud.
Por buena parte de nuestras vidas las mujeres hemos asumido esa cualidad de callar y de la discreción absoluta sobre nuestros cuerpos y experiencias. Desde niñas, algunas, llegamos a considerar que lo rosa (impuesto) de nuestros seres implica debilidad, escucha pasiva, cuidados a otros y cautela máxima en lo que se dice, en cómo se dice y si se dice, dicho sea en una voz bajita para no molestar. Es doloroso reconocer en las historias de allegadas que sus infancias son similares sobre lo que se calla, las adolescencias dolorosas por ese miedo a decir y que, apenas en nuestras vidas adultas, todas coincidiendo en ese dejar de modular la voz y en vez de eso gritar, gritar tanto hasta que se entienda lo que nos duele, lo que perdemos y lo que exigimos: respeto a lo que somos.
El patriarcado ha jugado bien su papel. Vivimos una realidad donde consumimos sueños de otrxs y juzgamos a partir del beneficio propio. La otredad no se piensa, se acorrala y señala. ¿Estaremos siendo tan vistas como una simple mercancía? ¿Tan neoliberal está nuestro cotidiano? Todo esto me dejan pensando rolas sobre mujeres que se emancipan y gritan. Las que lloran por malos amores, las que reclaman por educación en sus países tercermundistas, otras que nombran a quienes las agreden, las más que gritan basta, las que pierden lo que más aman, las que enuncian lo que nos hace libres.
Qué afán, cuestiono, en no dejar vivir. Atentar contra el disfrute o el placer de otra persona, en qué afecta si dicha persona no nos agrede. En qué molesta, vuelvo a cuestionar, que las mujeres ahora postulen sus disgustos en vez de callar como lo hemos hecho por tanto tiempo. Me uno completamente al clan de brujas gritonas que escuchan, reclaman y no se acobardan ante lo que nos duele, sólo queremos libertad y con ello respeto a nuestras vidas. Vivir y dejar vivir, qué frase tan trilladamente sabia que se estremece en esta adultez como ese respeto a que el tiempo que nos pasa encima se instale de forma natural en momentos, personas y experiencias hasta acumularse y llamarse vida. Suena básico, sencillo y lógico, pero no se experimenta la incomodidad de no disfrutar lo suficiente hasta que se es mujer o se tienen expresiones de género distintas a lo monocromático. Porque sí, lamentablemente los disfrutes en nuestras vidas dependen del género que asumimos y que la sociedad aprueba.
No hay que complicarse con esa escucha y esas ganas de gritar de muchas. Cada una trae su historia, sus quiebres y dolencias. Cada una aprende a sobrevivir a la vorágine de estar sin voz por tanto tiempo, que por eso una vez que se despierta… ese llanto contenido busca estallar y romper literalmente con todo.
Empatía, sororidad y mejores tiempos para nosotras y nuestras infancias. Que no se quede en marzo esta lucha y que sea perpetua esta elección por vivir.
Les dejo con la Rebeca Lane con toda la razón en estos versos contundentes de una cumbia que se ha vuelto himno para esta fecha:
“…que si traigo muy corta la falda
Que si bailo como me da la gana
Que las ladys no usan malas palabras
Que la mente y la boca cerrada
Solo la abres para hacerme mala fama
Lo que pasa es que no estoy acomplejada
Como crees que te ves siendo tan soez con otra mujer
¿Te sientes libre?
Libre la que ríe, la que gime, la que grita
La que baila, la que goza, la que explota
La que brilla porque no le importa
Y no corta las alas a otra…”
Soundtrack de hoy:
Kivo sutra
Cómo siempre , un gusto leer a Ana Carrera