Por Ana Victoria Zamora
Hoy quiero expresar y reconocer a los grandes maestros de vida. No importa si enseñas a pequeños o grandes, a veces los docentes nos encontramos en diferentes situaciones a lo largo de nuestra vida como sentirte cansado, desgastado mental o emocionalmente. Si hoy en día estás frente a grupo quiero decirte que eres grande. Eres el lugar seguro de más de un niño, niña, joven o adulto. Las palabras de enseñanza que transmites día a día generan un gran impacto.
Dicen que un buen maestro no es recordado por lo que enseñó sino por cómo enseñó. Tu puedes poner tu corazón cada día a lo que quieras enseñar, un abrazo, un beso, una palabra de aliento como un “tú puedes”, “creo en ti” con eso generas confianza e inspiras amor hacia tu alumno.
No olvides que gracias a ti estás formando futuros doctores, ingenieros, arquitectos, astronautas, veterinarios, contadores, abogados y más.
Desde que era pequeña recuerdo cuánto me gustaba jugar con mis muñecas Barbie a la escuelita. No tenía idea de lo que quería ser de grande pero siempre estuve contenta con la profesión de mi Barbie. Al crecer me fui dando cuenta de cuánto me gustaba la docencia y la pasión por los idiomas así que tomé la decisión de aprender más de un idioma y enfocarlos a la docencia. Y qué mejor que estar cerca de niños formando futuros adultos llenos de amor y empatía, capaces de tomar sus propias decisiones y hacerlos sentir seguros.
Estas palabras van con dedicatoria a todas las maestras y maestros que tienen la vocación y ponen su corazón día a día en la docencia.
Teniendo casi todo en contra, ser docente en estos tiempos es un acto de amor y valentía.