Por Karla López
El interminable camino que se tendrá después del diagnóstico, nos hace sentir perdidas en este nuevo y desconocido mundo. La infinidad de cosas que debemos planear, considerar y anticipar nos generan angustia y estrés constante, sumado a la agenda tan apretada que esta enfermedad nos presenta, pareciera que todo está hecho para complicarse.
Nos resulta casi imposible imaginar cómo vamos a poder con todo, los niños, la escuela, las tareas, academias, la casa, el esposo, la familia… Tengo cáncer, pero el mundo no se detiene, mi mundo sigue su curso y no tiene botón de pausa.
Tenemos la errónea idea de que debemos poder con todo, que estamos hechas para soportar y sacrificar, para cuidar y proteger. Al grado de pensar que incluso en nuestros peores momentos, estamos obligadas a encargarnos de todo y todos. Me di cuenta, de la peor manera, que quien nunca quiso parar fui yo, que no me detuve a pensar y a cuidar de mí y que por más que lo crea no puedo hacerlo sola. Dejé de luchar contra mí misma y lo solté todo.
Sólo necesité un “ayuda por favor” para que en cuestión de días se formara la más grande red de apoyo que he tenido en mi vida. Mujeres maravillosas que a pesar de tener sus propias batallas y familias se tomaron un tiempo para ayudarme con las tareas que aunque parecieran básicas, eran imposibles mi. Fue tal la organización durante el tiempo que duró mi tratamiento, que mis hijos jamás se quedaron sin lunch, sin una comida caliente, sin ayuda con la tarea, incluso sin asistir a una fiesta o a sus entrenamientos. Pero sobre todo, jamás les faltó cariño y compañía.
Tener una red de apoyo que nos brinde la tranquilidad de que todo en casa seguirá funcionando nos regala ese momento de paz y seguridad que se necesita para poder luchar. Nos da la libertad de enfocar todo el esfuerzo en recuperarnos y el valor de seguir hasta el final. El acompañamiento y la ayuda de las personas que nos quieren no es una carga para ellos, lo hacen con gusto y me queda claro que al darles la oportunidad de ayudarnos sienten la satisfacción de saber que fueron parte importante de esta batalla.
Dejarse cuidar es también una acto de amor hacia nosotras mismas.
No estás sola en esta guerra, rodéate de aliados y suelta el control, tener una red rosa que te sostenga hará la gran diferencia.