Por Sara Serrato
Hace tres semanas me realicé mi mastografía y ecografía anual, y debo admitir que duele mucho (al menos a mí). Salí del estudio con los ojos llorosos por dos razones: primero, por el dolor, y segundo, porque siempre me conmueve regresar a ver esa máquina tan imponente que puede dar tanto buenas como malas noticias.
Mientras esperaba para uno de los estudios, una paciente que también estaba por entrar a una biopsia me deseó suerte. Ese gesto me llegó profundamente. En este momento de mi vida, lleno de cambios, a veces no me doy cuenta de lo significativos que son. Este, en particular, me hizo reflexionar: soy ahora la paciente a quien le desean suerte, y no aquella que se quedó deseando que alguien lo hiciera.
En esta consulta anual, mis estudios salieron bien, y cuando le compartí esto a mi esposo, también le comenté que salí triste del lugar. Su respuesta me cambió la perspectiva: “En lugar de estar triste recordando el pasado, piensa en cuántas personas estuvieron contigo en esos momentos y en lo fuerte que fuiste.”
Como seres humanos, muchas veces vivimos insatisfechos, siempre buscando más, olvidando lo que ya tenemos. Cada día se nos escapa entre el tráfico, el estrés laboral, las responsabilidades personales y la convivencia con personas complicadas. En ese caos, olvidamos vivir el presente y ser agradecidos.
Recuerdo que en el colegio católico al que asistía, un profesor nos decía que, en lugar de pedir cosas a Dios, debíamos agradecer por lo que teníamos. Es algo que con el tiempo he aprendido a valorar. También leí una vez que, en lugar de despertar molestos porque tenemos que ir a trabajar, deberíamos comenzar el día agradeciendo por lo que tenemos: desde nuestra cama hasta nuestra familia. Aunque esto no siempre cambia el estado de ánimo por completo, definitivamente ayuda.
Como humanos, tenemos el defecto de enfocarnos más en lo negativo que en lo positivo, olvidando los esfuerzos que hay detrás de los resultados, tanto propios como ajenos. En mi caso, siento que he sido demasiado dura conmigo misma, intentando controlar todo, buscando la perfección, queriendo quedar bien con todos y conmigo misma. Pero, en ese afán, he dejado de disfrutar el momento presente.
Mi propósito para este año es precisamente vivir más en el presente, como lo dice el nombre de esta columna. Irónicamente, a veces se me olvida seguir mi propio consejo. Tras terminar mis cirugías, mi salud emocional mejoró notablemente, pero ahora siento que vivo en un caos (y el tamoxifeno no ayuda). Quiero recuperar esa mentalidad de dejar fluir las cosas, recordando que ya pasé por una situación muy difícil. Todo lo que no afecte directamente a las personas que amo no merece que me mortifique.
En fin, lo que quiero decir es que estoy cansada de preocuparme por cosas insignificantes. Quiero empezar a disfrutar más, siendo consciente de dónde estoy y hacia dónde voy.
Te deseo un hermoso inicio de año y espero que, al igual que yo, logres vivir este nuevo ciclo con menos preocupaciones y miedos, y con más gratitud y alegría.