Por Liliana Contreras
De las imágenes que rondan en Internet, acerca del movimiento “feminista” alrededor del mundo, hay una en particular que me ha llamado la atención: una mujer desnuda, con algunas palabras pintadas en su pecho, que grita desesperada y muestra sus dientes. Una imagen que, en lo personal, más que buscar justicia, demuestra un alto nivel de agresión. No quiero ni pensar en la guerra de frases que me agobian: “no quieren ni una menos, pero prefieren que su mamá las aborte antes de nacer”, “sé que matar no es un pecado cuando el asesino es el estado”, “no soy un perro, no me silbes”, “aborto libre”.
En lo personal, no me siento con la capacidad de decidir si estoy a favor o en contra del aborto o si salir a la calle desnuda, es la forma adecuada de decir que soy dueña de mi cuerpo. Siempre he creído que cada uno de nosotros defiende los ideales humanos en los que cree (como la justicia, la democracia, la igualdad, etc.), desde sí mismo, demostrando su postura en la forma en que vive, la profesión en que se desempeña, la forma en que se expresa o los aspectos que valora o aprecia de la vida.
Yo, por ejemplo, ejerzo mi libertad como mujer y como ser humano, al escribir libremente lo que creo o lo que pienso de lo que ocurre a mi alrededor. Otra persona, podrá hacerlo pintándose el cabello de colores, poniéndose un arete en la nariz, usando los pantalones rotos, vistiendo de negro, diciendo las cosas de frente. Variantes existen como seres humanos hay en el mundo.
No sólo no me gusta la idea de salir desnuda. En lo personal, no me gusta besarme con mi esposo en público o ponerme ropa con la que me siento incómoda, como pueden ser unos zapatos de tacón de aguja, un sostén de encaje (que me pique) o cualquier prenda de lycra. Pero esa es mi percepción y no me molesta que otra mujer use cualquiera de esas prendas o se bese con su pareja frente a mí. Es decir, mientras yo decida y eso sea respetado, me siento valorada, porque se me permite ser yo misma.
Partiendo de eso, creo que, si una persona decide algo desde el amor, su decisión será la correcta.
Si desde el amor, yo, Liliana, he decidido reservar las formas de mi cuerpo, con todos los defectos y virtudes que pueda tener, para compartirlo solo con una persona, estoy en lo correcto. Si decido que puedo ejercer mi sexualidad con varias parejas, partiendo desde la necesidad fisiológica o emocional que eso representa, sin hacerlo por presión externa, también estoy en lo correcto. Amo mi cuerpo y decido lo que es mejor para él.
Sin embargo, cuando decido esto mismo por coerción externa, porque me han obligado, porque quiero demostrar lo libre que soy hablando más fuerte, desnudándome, diciendo groserías, ofendiendo al sexo opuesto o radicalizando lo que es el feminismo en esencia, haga lo que haga (así lo creo muy personalmente) será inapropiado.
Tengo la misma necesidad que todas las mujeres de sentirme segura cuando camino por la calle, saber que saldré y volveré a mi casa, aunque sea de día o de noche. También me siento impotente al saber todas las cosas que ocurren en la vida, cosas que no me gustaría que pasaran, como la violación sexual, la negligencia médica que ocasiona que un niño tenga una discapacidad, el maltrato a los animales, la corrupción. ¡Uff! No acabaría de decir cuántas cosas me gustaría cambiar.
Sin embargo, sé que, desde mi posición como mujer, mexicana, madre de dos, autoempleada, de clase media, mi campo de acción es educar lo mejor posible a esos dos seres humanos que dependen de mí, hacer mi trabajo con ética, aprender más cada día, abogar por que las cosas se realicen adecuadamente a mi alrededor, regar mi jardín y complementar la labor de otras tantas personas que creen, firmemente, que otro mundo es posible.