Por Liliana Contreras Reyes
Me resisto a creer que un virus provoque el cierre de tantos negocios. Abro el explorador y las cifras son deprimentes: “243 mil 537 millones de pesos: Concanaco”, “el 40% de los negocios en la CDMX no reabrirá después de la pandemia del coronavirus: Canacope”, “Coronavirus: lo peor está por llegar: recesión global”. ¡Uff!
No voy tan lejos. Mi consultorio está cerrado. Trabajamos 15 personas y nuestros ingresos son por un esquema de honorarios. Si no atendemos pacientes, no tenemos dinero. Al día de hoy, llevamos un mes y doce días que cancelamos todo. Es poco tiempo, pero los pagos, independientemente si tenemos o no ingresos, nos sobrepasan. Por ejemplo:
- Renta.
- Teléfono e internet.
- Agua.
- Luz.
- Honorarios del contador.
- Impuestos.
- Beca de estudios a un miembro del equipo.
- Renta de terminal para pago con tarjeta.
- Cuota por saldo insuficiente en la cuenta bancaria.
- Mensualidad de página web.
- Mensualidad de préstamo para ampliación de nuestro espacio de trabajo (que terminaba de pagar en mayo).
- Intereses.
¿Cómo mantener el buen ánimo, con este panorama? Porque no todo es negativo. En lo personal, mi lucha es solo económica. Paso gran parte del día rumiando en “cómo” salir de ésta, pero el dinero no define mi sensación de bienestar (hasta hora).
Trato de vivir estos días como lo que son: días de estar en casa, los cuales necesitaba desde hace mucho; días de ser creativa, lo cual tenía que posponer por la carga de trabajo que llevaba hasta febrero de este año; horas para ver televisión, para embobarme en las redes o, simplemente, para jugar con agua en el patio.
Sí creo que esta situación puede fortalecernos ¿Por qué? Primero, porque todos lo estamos viviendo. La empatía o la comprensión serán mayores. Con cualquier persona que hable de mis preocupaciones o estado de ánimo durante la cuarentena, me va a entender (creo). Segundo, hay o habrá muchos ejemplos de cómo las personas han logrado salir adelante después de estos días en casa. Si no encontramos respuestas, podemos adherirnos a uno de ellos, aprender por imitación como lo hacemos con cosas básicas como el lenguaje. Tercero, las crisis, el aburrimiento, promueven la creatividad. Sino, échenle un vistazo a todas las fotos que han publicado las familias sobre cómo el arte nos está salvando.
Ser emprendedor tiene sus ventajas. La principal: cumplir con un proyecto de vida. Detrás de la palabra EMPRENDEDOR, encontraremos las herramientas básicas con las que iniciaron de cero. ¿Por qué no hacerlo de nuevo? ¿Cuesta? Sí. ¿Duele? Sí. Y es muy probable que la tolerancia o el entusiasmo no sean los mismos que la primera vez, pero la experiencia nos dice que se puede.
Abrir un negocio, crear una propuesta de valor, aprender y hacer de todo, mezclar vida personal y profesional, dormir poco, salir menos a fiestas, aprender de forma autodidacta, valorar las fortalezas de un equipo de trabajo, compartir el “cómo hacer“ en un área determinada, tomar decisiones, no es para todos. Habemos quienes nos sentimos cómodos al recibir indicaciones claras, así como un sueldo fijo. Habemos otros que, al contrario, nos sentimos satisfechos haciendo cosas diferentes cada día, probando, proponiendo, calando y equivocándonos. Diría Carlos Muñoz: el 91% de nosotros no deberíamos abrir un negocio.
Por eso que me atrevo a asegurar que un emprendedor logrará salir de la situación “recargado”, porque si nos hemos preparado para algo es para no tener seguridad de lo que va a pasar, para frustrarnos y sentir dolor y llorar y, al final del día, al final de la cuarentena, levantarnos a intentarlo de forma diferente, a intentarlo una vez más.
Ojalá que el estrés de las tareas excesivas en casa, el enclaustramiento, la confrontación con nosotros mismos, nos permita ver la luz que se enciende como una área de oportunidad para ser mejores y más fuertes.
Ojalá que vivamos un día a la vez, para mantenernos de pie y estar preparados para salir a un mundo que nos espera con los brazos abiertos (por decirlo así, porque seguramente seguiremos cuidándonos, con distancia física pero nunca emocional).
Y, para eso, hay que hacer en lugar de esperar y contemplar.